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Revista de Humanidades, Ciencias Sociales y Artes
Arturo Morales Campos
Karina Lizeth Chávez Rojas
Facultad de Letras
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Cómo citar este artículo: Arturo Morales Campos y Karina Lizeth Chávez Rojas, “Funciones cognitivas
de la semiosis y de los signos”, en Dicere, núm. 4 (julio-diciembre 2023), pp. 16-23.
Recibido: 7 de febrero de 2023 • Aprobado: 14 de marzo de 2023
Resumen
La semiótica es una perspectiva teórica que
permite el abordaje de diversos elementos del
Universo, u objetos-signo, con la nalidad de
generar modelos cognitivos que expliquen, de
alguna manera, cómo es que dichos elementos
funcionan para producir conocimiento; claro
está, siempre que un sujeto (humano o animal)
entre en contacto con ellos. Ese funcionar, es
decir, la activación de estructuras cognitivas
(biológicas y culturales) en cuanto el sujeto cog-
noscente entra en contacto con el objeto-signo,
requiere, a su vez, la activación de otros facto-
res. El presente trabajo se enfoca en explicar
la función de tres factores centrales, a saber, la
función substitutiva, la función semiósica y la
función recursiva.
Palabras clave: función substitutiva, función
semiósica, función recursiva, semiosis, signo
Abstract
This paper focuses on explaining the function of
three central factors, which belong to semiotics:
the substitutive function, the semiosic function
and the recursive function. Semiotics is a theo-
retical perspective that allows the approach of
diverse elements of the Universe, or sign-ob-
jects, with the purpose of generating cogniti-
ve models that explain, in some way, the way
these elements function to produce knowledge;
provided, of course, that a subject (human or
animal) comes into contact with them. This
functioning, that is, the activation of cognitive
structures (biological and cultural) as soon as
the cognizing subject comes into contact with
the object-sign, requires, in turn, the activation
of, at least, the three factors we will address.
Key words: substitutive function, semiotic func-
tion, recursive function, semiosis, sign
Dicere • ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi4.92
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Funciones cognitivas de la semiosis y de los signos
Dicere ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi4.92
Introducción
En algunos círculos, académicos o de otra índole,
la semiótica se entiende como una disciplina
que trata de la interpretación. Vista desde este
ángulo, no resultaría necesario, pues, estudiar
esa materia, ya que cualquiera puede interpretar
-con mayor o menor profundidad- lo que se le
presente ante los sentidos sin tener que saber lo
que es ‘semiótica’, ‘signo, ‘semiosis’, ‘proceso
complejo’, en n. En otros casos, con consultar
diccionarios o enciclopedias de signos se pretende
que es suciente para explicar el signicado
de algo. El semiotista italiano Paolo Fabbri ya
había observado este problema desde nales
del siglo XX.
Por desgracia, tenemos la impresión de que
cada vez que se oye hablar de semiótica, de una
manera gradual pero constante se va cayendo en
[una] idea de la suma: los signos se consideran
partes de un diccionario de elementos previos,
exactamente igual que -algunos lo dicen ya de
manera explícita- un imaginario sería un dic-
cionario de imágenes, un conjunto de signos
icónicos dados, utilizables a conveniencia.
1
La semiótica es una disciplina que permite
la elaboración y explicación de modelos
2
cogni-
tivos acerca de cualquier elemento del Universo
(concreto y/o abstracto, objetivo y/o subjeti-
vo, presente y/o ausente). En consecuencia,
esa área del conocimiento se rige por métodos
claros y estrictos. Así, con base en una pers-
pectiva semiótica, concluimos: “Del hecho de
que cada intérprete pueda activar correlaciones
signicantes diferentes (diferentes recorridos de
sentido) no se deriva también la legitimidad o
equivalencia de todas las interpretaciones”
3
que
puedan hacerse de un elemento del universo
cualquiera y bajo unas circunstancias sociohis-
tóricas concretas.
En el presente trabajo, no nos proponemos
denir, únicamente, algunos conceptos torales
de la semiótica; más bien, nuestro objetivo general
es exponer tres funciones de dichos conceptos
con la nalidad, esperamos, de proporcionar una
perspectiva diferente de la semiótica.
En el primer apartado, abordaremos la
función substitutiva de los signos; en el se-
gundo, la función semiósica; en el tercero, la
función recursiva de la semiosis. De ninguna
manera, pretendemos explicar, de una vez y
para siempre, la semiótica. Nuestro objetivo es
más limitado que esa ingente tarea. En adición,
para este trabajo, seguiremos lineamientos de
la semiótica cognitiva, del pensamiento com-
plejo y de las neurociencias.
Por último, queremos aclarar que el orden
en el que hemos colocado las tres funciones
mencionadas no obedece a una jerarquía ni a
un procedimiento, es decir, a ciertas fases de un
algoritmo cognitivo; simplemente, por razones
didácticas, creemos que esta es la mejor manera
de presentarlas, a saber, de lo más supercial a
lo más profundo.
Función substitutiva
La semiótica es una disciplina cuyos orígenes
pueden remontarse hasta el médico y cirujano
griego Galeno (129-c. 216) o, incluso, antes.
De la medicina, precisamente, conocemos el
término ‘síntoma’, mismo que tiene una relación
con cierto fenómeno (físico y/o mental) mani-
festado en una persona (paciente), u otro ser
vivo, debido a una enfermedad o padecimiento.
Por ejemplo, en general, la ebre, el ujo nasal
excesivo, el enrojecimiento e inamación de la
garganta, el malestar corporal, entre otros, son
síntomas de gripe o de otra afección en las vías
respiratorias. Así, ese conjunto de síntomas, al
interpretarse, está en lugar de la enfermedad.
Esta función substitutiva de los síntomas es,
precisamente, una de las más importantes de
los signos; por lo tanto, los síntomas funcionan
como signos. De dicha función, es que se dice
que un signo es una cosa que está en lugar de
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otra.
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Esta simple denición plantea cuestiones
profundas y, hasta cierto punto, contraintuitivas.
Veamos algunas de ellas.
Dos personas, más o menos de la misma
edad, escuchan el motor de un auto. Una de
ellas puede identicar, por decir, la clase de
motor: cilindraje, tipo de combustible que usa
(gasolina o diésel); además, puede identicar
alguna falla mecánica: uno de los cilindros no
está funcionando correctamente. La otra per-
sona, por su parte, sólo acierta a decir que lo
que oye es un motor en funcionamiento y nada
más. ¿Por qué, si el fenómeno es el mismo para
ambas personas, la percepción no es la misma?
En principio, hay una gran diferencia, en este
caso, entre ‘oír y ‘percibir’. Aunque los dos
sujetos tengan la misma capacidad auditiva,
no tienen la misma preparación o competen
-
cia cultural. El primero ha tenido un mayor
contacto (práctico y/o teórico) con la mecá-
nica automotriz, por lo que es más sensible a
casos como el descrito, factor ausente o un tanto
ausente en el segundo. Así, lo que un sujeto oye
“depende en parte de su experiencia pasada, su
conocimiento y sus expectativas”;
5
nosotros
sumaríamos el contexto y las circunstancias del
fenómeno, pues uno de los dos sujetos puede
estar bajo un estado que altere su percepción
(positiva o negativamente), el ambiente puede
estar enrarecido (lleno de otros ruidos u otros
distractores), etc.
Lo anterior, además, implica una distan-
cia, casi insalvable, existente entre el objeto de
conocimiento y el sujeto de la experiencia: la
percepción auditiva de cada sujeto está en lugar
del motor. En consecuencia, podemos formular
la siguiente hipótesis: “no nos es posible esta-
blecer un contacto directo con los elementos que
nos rodean, pues siempre habrá una mediación
biológica (corporal) y cultural (cognitiva)”, es
decir, nuestras limitadas capacidades físicas son
parte de la causa de lo que percibimos, además,
“otra parte muy importante de esa causa está
constituida por el estado interno de nuestras
mentes o cerebros, el cual dependerá eviden-
temente de nuestra educación cultural, nuestro
conocimiento, nuestras expectativas, etc.”
6
Pensemos en, por ejemplo, un mapa: no po-
demos decir que el mapa es el territorio, sino,
tan sólo, un modelo que substituye, hasta cierto
punto, dicho territorio. Si nos internamos en
el país, modelizado por dicho mapa, las expe-
riencias serán radicalmente diferentes a las que
tendremos al observar el mapa.
7
La función substitutiva de los signos puede
entenderse a partir de lo anterior, sin embargo,
nos gustaría reforzar la distancia entre un signo
y el objeto que desencadena una acción cogni-
tiva (lo cual abonará al objetivo del presente
apartado). La distancia propuesta es, a su vez,
un efecto de dicha función substitutiva.
Imaginemos un perro cualquiera que está
delante de nosotros. En inicio, lo reconocemos
bajo el concepto genérico ‘perro’. Éste es un
primer y muy general signo que se coloca en-
tre nosotros y el perro. Por ello es que, a raíz
del uso de ese signo, decimos que se ha esta-
blecido un distanciamiento entre el perro en
y nosotros: ignoramos, si es que existe, su
nombre “natural”
8
que nos permita designarlo
“denitivamente”. El concepto con el que lo
reconocemos ya nos coloca ante ese ser en una
manera especíca (ideológica); por ejemplo, lo
tratamos como a un animal. Ahora bien, si he-
mos pasado momentos desagradables con perros
extraños, el perro pasa a ser signo de ‘peligro’;
si somos amantes de los perros, lo entenderemos
como ‘amigo’, ‘posible mascota’, etc. Veamos
cómo la distancia crece cada vez más: “¿quién
podría armar que lo que ve es absolutamente
lo que es?, ¿cómo?, si somos portadores de una
historia experiencial que nos lleva a construir
signicados [signos] acerca de las cosas.
9
La cultura, a pesar de las problemáticas
anteriores, establece puntos de contacto en una
sociedad determinada, no obstante, las concor-
dancias no son, en manera alguna, estáticas.
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De la misma manera que no hay una ana-
tomía, ni una siología, ni una adaptación al
ambiente, únicas -la vida no se encarna en un
solo modelo de organismo, sin en muchos, aunque
los principios generales sean siempre idénti-
cos-, tampoco hay un sistema de comunicación
universal, invariante a través de las especies, a
pesar de que ciertos rasgos fundamentales, de
tipo funcional, se mantengan desde las amebas
hasta el hombre.
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Nuestra biología y nuestra competencia
cultural, pues, nos determinan a la vez que nos
permiten ampliar o reducir sus respectivos
mites. La evolución de las especies es un claro
ejemplo de esos cambios.
Función semiósica
La semiótica, además, tiene como objeto de es-
tudio la semiosis. A contrapelo, es muy común
escuchar que la semiótica estudia los signos, pero
ésta es una denición muy ambigua y general
(claro que con colocar ‘semiosis’ no avanzamos
mucho, pero, como veremos, nos será posible
lograr una especicidad teórica mayor).
La semiosis es un proceso complejo en el
que se registra la generación y comunicación de
signos por los diferentes sujetos pertenecientes
a una cultura dada. Ninguno de los dos factores
-generación y comunicación- podrá darse por
separado: uno llamará, forzosamente, al otro.
En consecuencia, signicación y comunicación
son, a la vez, los rasgos distintivos de cualquier
cultura.
11
Es necesario aclarar que, cuando ha-
blamos de cultura, no nos circunscribimos, nece-
sariamente, a la humana;
12
de hecho y como ya
esbozamos, si consideramos que los organismos
presentan, en su siología, rastros de cambios
evolutivos, es posible, entonces, que también sus
variados procesos cognitivos se registren dentro
de esa larga historia de transformaciones.
Del anterior uróboros evolutivo, que inter-
conecta indisolublemente la semiosis con la cul-
tura y con los procesos biológicos del organis-
mo,
13
podemos preguntarnos, entonces, ¿cómo
es que un ser humano desarrolla esa capacidad
semiósica? y ¿en qué consiste esa capacidad?
El biólogo Jakob Johann von Uexküll, en
las primeras décadas del siglo XX, sustentó
en múltiples ocasiones que cada organismo,
cualquier ser vivo, a partir de su contacto con
el medio que lo rodea, crea un mundo subjetivo,
Umwelt, en el que percibe diversos signos que
le permiten establecer vínculos signicantes con
ese espacio externo: “Cada sujeto teje relaciones,
como hilos de una araña, sobre determinadas
propiedades de las cosas, entrelazándolas hasta
congurar una sólida red que será portadora de
su existencia”.
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En este sentido, la semiosis
es una facultad natural de todo ser vivo. Pen-
semos que, de no ser así, los organismos no
habrían podido sobrevivir a ninguna situación
cotidiana ni establecer una relación cognitiva en
diferentes escenarios: reconocimiento y/o elabo-
ración del nido, reconocimiento de familiares,
reconocimiento de otros organismos amigables
o depredadores, reconocimiento de fuentes de
alimento, reconocimiento de alimentos o de
posibles alimentos nocivos, etc. Además, existe
la idea de que varios animales transmiten su
conocimiento a generaciones más jóvenes. Este
fenómeno se ha estudiado en ballenas, delnes,
elefantes, algunas aves, primates, suricatas, etc.,
además de que es posible encontrar diversas
evidencias al respecto.
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Ya en los años cincuenta del pasado siglo,
otro biólogo, Kinji Imanishi, jó su postura al
respecto de la existencia de comportamientos
culturales en animales.
La cultura es una forma de vida compartida por los
miembros de un grupo pero no necesariamente por
los miembros de otros grupos de la misma especie.
Engloba los conocimientos, costumbres y destrezas,
además de las tendencias y preferencias subyacentes,
procedentes de la exposición y aprendizaje de los otros.
Cuando las variaciones sistemáticas de conocimien-
tos, hábitos y destrezas entre grupos no pueden ser
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atribuidas a factores genéticos o ecológicos, es que
son posiblemente culturales. La forma en que los in-
dividuos aprenden unos de otros es algo secundario,
pero el hecho de aprender de otros es un requisito
fundamental. Así, la etiqueta «cultural» no se puede
aplicar a los conocimientos, costumbres y destrezas que
los individuos adquieren por sí solos con facilidad.
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Veamos cómo, para Imanishi, el aprendizaje
social es determinante.
Ahora bien, la semiosis, como proceso
complejo que involucra subprocesos biológi-
cos y culturales en los seres vivos, no es úni-
camente un fenómeno mental. Las terminales
nerviosas y sensoriales (que se activan como
fuentes de los sentidos) de un sujeto (animal o
humano), al entrar en contacto con un elemento
u objeto material de la realidad cualquiera, le
permiten entrar en los primeros momentos de
dicho contacto, antes de que las señales lleguen
al cerebro. Es importante destacar el trabajo
especializado de dichas terminales. El sentido
del tacto (o somatosensorial) registra presión,
temperatura, dolor, calor, frío, la posición del
cuerpo; el de la vista trabaja dentro de un rango
que nos permite percibir varios colores; etc.
Una vez que esas señales arriban al cerebro,
en forma paulatina, participan la experiencia
cultural adquirida (aprendizaje y memoria) y
las emociones (que le indican algún sentimiento
acerca del objeto: interés, odio, alegría, etc.);
todo lo cual le permite al sujeto reconocer el
elemento, el cual se ha convertido ya en un
signo. Al nal de este recorrido, el sujeto puede
expresar algo relativo a su experiencia senso-
rial-emotivo-cognitiva. Veamos cómo cuerpo y
cultura deben participar en ese proceso. Ade-
más, la materialidad inicial del elemento u objeto
(que estimula el trayecto cognitivo descrito) se
transforma en una experiencia subjetiva para,
al nal, regresar a un formato material en el
posible acto comunicativo. Debemos aclarar
que, en ninguno de los tres casos, el elemento
es el mismo.
Si con las manos palpamos un libro y si
tenemos el conocimiento de lo que es un libro,
podemos generar, mentalmente, la idea y una
imagen aproximada del libro. Si se nos pregunta
qué es lo que percibimos, nuestra respuesta oral
es material: las ondas sonoras emitidas son una
evidencia física.
A grandes rasgos, este proceso que va desde
la sensación, pasa por la percepción, la memoria
y las emociones hasta la comunicación, es, a la
vez, la semiosis.
Función recursiva
La recursividad nos remite a un acto circular, es
decir, dentro de un proceso dado, es la posibili-
dad de volverse hacia algunos pasos previos las
veces que sean necesarias. Estos “movimientos”
(que son físico-mentales) refuerzan la signi-
cación; vehiculan la memoria; posibilitan, en
mejor manera, el aprendizaje; además de abrir
nuevas rutas hacia encontrar otros vías o modos
de signicación.
La forma de conocer y construir el mundo,
pues, se estructura de manera recursiva: es el re-
sultado de un complejo proceso perceptivo que
dependerá de abstracciones y de prescripciones
(órdenes, pautas) de trazar distingos, que con-
llevan a describir y acentuar tales distinciones,
que a su vez pautarán secuencias de interacción,
que tendrán su efecto sobre las abstracciones
que se ineren a través de la acción de expe-
rienciar. Estas abstracciones que se realizan
nuevamente impregnan el hecho de establecer
distinciones, desenvolviéndose la recurrencia
en el acto epistemológico.
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Dentro del proceso de semiosis, no existe
linealidad en cada uno de sus pasos. En el apar-
tado anterior, explicamos un modelo de este
fenómeno cognitivo muy escueto. Las seña-
les, antes de llegar al cerebro, pasan por varios
conductos y se van transformando a lo largo de
cada uno de ellos: de las terminales sensoriales
al sistema nervioso periférico; de este último
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a la médula espinal -parte ya del sistema ner
-
vioso central-; de la médula al cerebro en el
que existe un gran número de rutas en paralelo
y en serie entre varias regiones; nalmente, el
sujeto estará en disposición de comunicar su
contenido cognitivo.
Ahora bien, si nuestra atención se centra en
un elemento especíco de la realidad, el proceso
semiósico parece una película, es decir, es diná-
mico, pues la percepción continúa en el tiem
-
po: percibimos una imagen (visual, somática,
gustativa, olfativa, auditiva o una conjugación
de éstas) del estímulo que permanece por al-
gún tiempo; en consecuencia, el camino desde
los primeros puntos al último va de regreso y
vuelve a iniciar, etc. Este bucle permite al sujeto
de la experiencia un mayor conocimiento del
elemento que propicia ese ciclo. Pero, ¿qué es
lo que captan los sentidos?
En la última cita de Ceberio y Watzlawick,
se menciona, como un primer paso cognitivo,
la abstracción. En principio, dentro de un acto
perceptivo, al sujeto no le es posible captar
todos los detalles (intrínsecos y extrínsecos o
circunstanciales) del elemento-estímulo, sólo
(con base en nuestras capacidades biológicas y
culturales, como ya hemos mencionado) podrá
captar algunos de ellos. Umberto Eco
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habla
de “haces formantes” dentro de la percepción
visual cotidiana. Esto tiene una correlación con
lo que explica Algirdas Greimas en un caso si-
milar. El sujeto, al percibir visualmente cierto
objeto-estímulo, selecciona “paquetes de ras-
gos visuales” llamados “formantes gurativos”.
Estos formantes le permiten al sujeto (dotado
de una cierta competencia cultural) asignarles
signicados a esos formantes para transformar-
los en “signos-objeto”.
19
Lo sorprendente de las anteriores conclu-
siones es que, dentro de los varios experimentos
neurocientícos, sucede algo similar. Veamos
sólo un ejemplo.
El radiólogo Roger Tootell y su equipo
20
colocaron a un macaco frente a la imagen de
un círculo con cuatro diámetros equidistantes y
dos círculos concéntricos (el primero era mayor
que el segundo). Todas las líneas eran puntea-
das. Estos patrones se le presentaron al mono
en forma monocular, es decir, una imagen para
cada ojo. Tootell sacó una serie de radiografías
de cada una de las cortezas visuales primarias
(V1) del mono. El cerebro de este animal (al igual
que en otros seres, incluido el humano) está
compuesto por dos hemisferios; así que habrá
dos cortezas visuales en la región occipital o
posterior para cada hemisferio. Esas cortezas, a
su vez, están divididas en varias áreas. La corte-
za visual primaria es la que recibe las primeras
señales del acto perceptivo. El resultado de las
radiografías era un compuesto punteado muy
cercano al signo-objeto proyectado: un grupo
de neuronas de esa región cerebral se “ilumi-
nó” y formó una especie de mapa del círculo
original. La radiación que emite el aparato de
rayos X pasa a través del cuerpo hacia unas
placas fotosensibles. La actividad eléctrica de
las neuronas, en forma de destellos luminosos,
se registra como puntos negros en las placas.
Esta digresión nos permitirá entender la
capacidad de abstracción en los primeros mo-
mentos de la percepción o de la semiosis. Recor-
demos que este proceso implica la generación
y comunicación de signos en una cultura. Así
que, la abstracción es también un acto de ge-
neración de signos.
En cuanto a la recursividad, es necesario
contemplar dos grandes momentos:
1) El trabajo coordinado de varias áreas cerebrales.
Esta labor “puede concebirse como una actividad
similar a la de un enjambre o una bandada de pájaros
que enlaza de manera cinemática [dinámica], hiper-
compleja, coherente y sincrónica los diversos módu-
los cerebrales”;
21
esto se debe a que este trabajo no
se desarrolla únicamente de manera lineal, sino que
aparecen circuitos en paralelo en los que las señales
forman bucles, es decir, una “activación sucesiva de
determinados módulos cerebrales” que sigue cierto
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orden o “pautas”.
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Bajo este mecanismo, es que una
percepción pasa a la memoria (operativa, corto o a
largo plazos, episódica, semántica, etc.) y, a la vez,
funciona como aprendizaje.
2) La función comunicativa (segundo factor de la
semiosis). El conocimiento adquirido puede ex-
ternarse en múltiples maneras (orales, artísticas,
mecánicas, etc.) y diseminarse en la sociedad. Éste
segundo momento también es un bucle que se repite
constantemente dentro de los sujetos de una cultu-
ra.
23
De alguna manera, este segundo mecanismo
puede esbozar un determinado funcionamiento de
la cultura.
Conclusiones
Las funciones que hemos mostrado apenas repre-
sentan una pequeña parte, pero central, de la
semiótica. Con el término ‘funciones’ queremos
dar a entender un carácter dinámico de esa dis-
ciplina, la idea de una interconexión entre ellas
y la capacidad de cada una de ellas de aportar
un cierto grado de “materia” signicante (nive-
les de complejidad) al resultado cognitivo nal
(pero no único). Así, por ejemplo, la función
substitutiva no lograría su objetivo sin la parti-
cipación de la función enlazante de la semiosis.
Un estímulo cualquiera se percibe mediante uno
o más sentidos. Para que esa materia sensible
arribe a niveles cognitivos más complejos, es
necesario que el sujeto percibiente cuente con
un “repertorio” de conceptos y, de esta manera,
le adjudicará, al menos, uno a dicha materia sen-
sible: las señales de las terminales sensoriales
se ven substituidas por un signicado. Parte del
recorrido que se registra en el cerebro del sujeto
debe entrar en contacto con áreas de la memoria
con el objetivo de establecer relaciones, discri-
minaciones y refuerzos. En este bucle, propio
de la función recursiva, el signicado adquiere
ya una forma más completa y cercana a la que
servirá como materia comunicativa.
Como podrá observarse, el camino, simpli-
cado en extremo, que acabamos de presentar,
explica, en gran medida, todo proceso cognitivo
propio de, en nuestro caso, seres humanos.
Citas
1
Fabbri, El giro semiótico, p. 33.
2
Kristeva, Semiótica I, p. 37.
3
Lampis, Tratado de semiótica sistémica, p. 53.
4
Peirce, La ciencia de la semiótica, p. 228.
5
Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, p. 42.
6
Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, p. 45.
7
Ver Ceberio y Watzlawick, La construcción del uni-
verso, pp. 82, 84.
8
Al respecto, preguntémonos: ¿Por qué lo llamamos
‘perro’ y no de otra forma? No encontraremos una res-
puesta satisfactoria.
9
Ceberio y Watzlawick, La construcción del universo,
p. 130.
10
Riba, La comunicación animal. Un enfoque semiótico,
p. 56.
11
Eco, Tratado de semiótica general, p. 44.
12
Algunos biólogos, etólogos y primatólogos (Jakob Jo-
hann von Uexküll, Kinji Imanishi, Konrad Lorenz, Frans
de Waal, Michael Tomasello, Lori Marino, Carles Riba,
Adriano Lameira, etc.) han encontrado ciertas capacida-
des cognitivas en algunos animales, las cuales podrían
entenderse como verdaderas manifestaciones culturales.
13
Ver Ceberio y Watlawick, La construcción del uni-
verso, p. 79.
14
Von Uexküll, Andanzas por los mundos circundantes
de los animales y los hombres, p. 52.
15
Solo por mencionar algunas, presentamos los siguien-
tes ejemplos: los trabajos de Lori Marino con ballenas
(https://whalesanctuaryproject.org/people/lori-marino/);
Carles Riba (1990), quien estudia la comunicación ani-
mal, Michel Tomasello (2013), quien propone los oríge-
nes de la comunicación humana en los grandes simios;
Frans de Waal (2016), quien trabaja con orangutanes;
Consuelo De Moraes (https://usys.ethz.ch/en/people/
prole. consuelo-de-moraes.html) y sus investigaciones
con plantas, entr otros.
23
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16
De Waal, ¿Tenemos suciente inteligencia para enten-
der la inteligencia de los animales?, p. 38. Las cursivas
son textuales.
17
Ceberio y Watzlawick, La construcción del universo,
p. 98.
18
Eco, Tratado de semiótica general, pp. 84-85.
19
Greimas, “Semiótica gurativa y semiótica plástica”,
p. 24.
20
Tootell et al., “Deoxyglucose analysis of retinotopic
organization in primate striate cortex”, pp. 902-904.
21
Díaz, Las moradas de la mente, p. 22.
22
Díaz, Las moradas de la mente, p. 53.
23
Ver Coen, De las células a las civilizaciones, pp. 300-302.
Fuentes
Bibliografía
Chalmers, Alan F., ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?
Una valoración de la naturaleza y el estatuto de la cien-
cia y sus métodos, México, Siglo XXI, 2019.
Ceberio, Marcelo R. y Watzlawick, Paul, La construcción
del universo. Conceptos introductorios y reexiones sobre
epistemología, constructivismo y pensamiento sistémico,
Barcelona, Herder, 2006.
Coen, Enrico, De las células a las civilizaciones. Los
principios de cambio que conforman la vida, Barce-
lona, Crítica, 2013.
De Waal, Frans, ¿Tenemos suciente inteligencia para
entender la inteligencia de los animales?, México, Tus-
quets, 2016.
Díaz, José Luis, Las moradas de la mente, México,
FCE, 2020.
Eco, Umberto, Tratado de semiótica general, Barcelona,
Lumen, 2000.
Fabbri, Paolo, El giro semiótico, Barcelona, Gedisa, 2004.
Greimas, Algirdas J., “Semiótica gurativa y semiótica
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