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Revista de Humanidades, Ciencias Sociales y Artes
Dicere • 6 (julio-diciembre 2024) • ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi6.73
Soledad Lastra
Instituto de Investigaciones Sociales
Universidad Nacional Autónoma de México
Programa de Estancias Posdoctorales por México
Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías
ORCID ID: 0000-0001-6619-8249
Resumen
Durante la guerra sucia en México, víctimas y
colectivos de familiares de desaparecidos fueron
adoptando distintos repertorios de acción para la
denuncia de la desaparición forzada y de otras
prácticas represivas utilizadas por el Estado. En
ese proceso, estos actores intentaron inscribir el
caso de México en el marco de la agenda por la
defensa de los derechos humanos en América
Latina, sin embargo, la violencia utilizada por
el régimen mexicano no llegó a ser condenada
por la comunidad internacional. Este artículo
se propone examinar algunos momentos im-
portantes de ese activismo transnacional de los
actores mexicanos y comprender cuáles fueron
los alcances y los límites a los que se enfrenta-
ron en esos intentos. Metodológicamente, esta
investigación recurre a distintas fuentes pro-
ducidas por actores y colectivos mexicanos, a
informes y campañas realizadas por organiza-
ciones internacionales y a documentos de los
servicios de inteligencia.
Palabras clave: México, guerra sucia, activismo
transnacional, derechos humanos, exilios
Abstract
During the Dirty War in Mexico, victims and
groups of relatives of the disappeared adop-
ted dierent repertoires of action to denoun-
ce forced disappearance and other repressive
measures forced disappearance and other re-
pressive practices of the State. In this process,
these actors tried to register the case of Mexico
within the framework of the agenda for the de-
fense of Human Rights in Latin America. The
violence used by the Mexican regime was not
condemned by the international community.
This article intends to examine some impor-
tant moments of this transnational activism
of Mexican actors and understand the scope
and the scope and limits they faced in these
attempts. Methodologically, this research uses
dierent sources produced by Mexican actors
and groups, reports and campaigns carried out
by international organizations and documents
international organizations and documents from
the intelligence services.
Keywords: Mexico, Dirty War, transnational
activism, Human Rights, exiles
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Introducción
Desde la segunda mitad del siglo XX, las dicta-
duras militares de América del Sur y las estrate-
gias represivas utilizadas en América Central ti-
ñeron al continente latinoamericano de masivas
violaciones a los derechos humanos.
1
México
no fue la excepción. Desde los años sesenta
y a lo largo de los sexenios de Gustavo Diaz
Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López
Portillo, en México se consolidó una matriz
de violencia estatal contrainsurgente similar
a la de sus contemporáneos del Cono Sur. Sin
embargo, el caso mexicano ha sido tratado por
la bibliografía académica como una experiencia
singular, ya que tuvo cierto éxito en sostener
una imagen favorable como país democrático
sin rupturas institucionales de su orden interno.
2
Algunas investigaciones han explicado este
supuesto éxito mexicano por la funcionalidad
que tuvo la política exterior seguida en esos
sexenios. Ana Covarrubias Velasco lo acentuó
con respecto al principio de no intervención con
Cuba3 y Mónica Toussaint lo analizó a partir
del apoyo que México brindó a la revolución
sandinista en Nicaragua.4 Otras autoras tam-
bién examinaron esta funcionalidad a través
del pluralismo ideológico que el régimen pri-
ista entabló con los gobiernos de Fidel Castro,
Salvador Allende y de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS).5 De las inves-
tigaciones se desprende que esta política exte-
rior activa estuvo marcada por la necesidad de
legitimar el orden interno. Para Vanni Pettinà,
“la élite política mexicana supo leer e interpre-
tar las dinámicas bipolares con cierta dosis de
habilidad, llegando a utilizarlas para fomentar
el proyecto de desarrollo económico del país”6.
Por su parte, Lorenzo Meyer, enfatizó que el
Partido Revolucionario Institucional (PRI) pudo
construir equilibrios internos y externos gracias
al uso de un discurso anticomunista discreto y
de un “manto” nacionalista revolucionario.7 Sin
embargo, para Renata Keller, los temores que
la elite mexicana tenía ante la “subversión co-
munista” en el país, condujo a México a tomar
medidas cada vez más contrarrevolucionarias
que dañaron su reputación y contrastaron fuerte-
mente con el discurso heredado de la revolución
mexicana.
8
Como señalamos, la política contra-
rrevolucionaria se reejó en el armado de una
matriz represiva similar a la de las dictaduras
del Cono Sur que se enraizó en la doctrina de
la seguridad nacional y en prácticas dirigidas a
desactivar a la oposición política en un sentido
amplio, apuntando contra las organizaciones
de lucha armada pero también contra los sec-
tores movilizados del campo estudiantil, rural
y cultural.9
La represión estatal fue respondida por los
diferentes actores y organizaciones internacio-
nales que conuyeron en un activismo de nuevo
peso para la defensa de los derechos humanos.
10
Ese activismo humanitario transnacional no fue
homogéneo, sino que adoptó distintas carac-
terísticas y temporalidades. Para los nes de
nuestra investigación, recuperamos aquí los
aportes de los investigadores Mario Sznajder y
Luis Roniger, quienes han señalado que:
[…] la cristalización de una esfera pública interna-
cional atenta a procesos que alguna vez se consi-
deraron “asuntos internos” de cada país, envueltos
en el manto de la soberanía de los estados-nación,
Cómo citar este artículo: Soledad Lastra, “Ecos de la denuncia. Activismo transnacional y violaciones a los
derechos humanos en México, 1975-1983”, en Dicere, núm. 6 (julio-diciembre 2024), pp. 95-108.
Recibido: 14 de julio de 2023 • Aprobado: 22 de febrero de 2024
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desentrañó públicamente el carácter de la represión
autoritaria y proyectó la lucha de los exiliados en
términos de derechos humanos, difuminando las
fronteras de su trato. En las últimas etapas de la
Guerra fría, el trabajo de las redes de solidaridad
transnacional y de las agencias internacionales hizo
resonar los casos de abuso autocrático haciendo que
éste resultara costoso en lo político.11
Por su parte, Margaret E. Keck y Kathryn A.
Sikkink enfatizaron la importancia de com-
prender el accionar concreto de los actores
en las redes de activismo transnacional y los
objetivos que éstas persiguieron al ponerse en
marcha.
12
De la amplia bibliografía que existe
sobre el tema sabemos que los familiares, so-
brevivientes y actores del campo internacional
fueron ganando espacios de escucha y de re-
cepción de sus demandas ante otros Estados y
organismos internacionales de forma gradual
y no homogénea, es decir, que no todas las
denuncias tuvieron el mismo eco, ya sea por
los repertorios de acción adoptados o por las
relaciones diplomáticas que se verían afecta-
das ante ese activismo, entre otras variables.
El reconocido activismo desarrollado por los
exiliados sudamericanos ejemplica este he-
cho13 y nos ayuda a construir la pregunta sobre
el caso mexicano pues éste también integró las
redes de transnacionalización de la denuncia,
aunque, como veremos, sus alcances parecen
haber sido más limitados.
La violencia contrainsurgente del Estado
mexicano fue denunciada en distintos momentos
en la arena internacional. Algunas redes fueron
coyunturales a la masacre de Tlatelolco en 1968
y se orientaron a mostrar la situación de los
presos políticos del movimiento estudiantil.
14
Otras redes que se tejieron a nivel nacional entre
organizaciones de familiares y víctimas en Mé-
xico15 se consolidaron a partir del crecimiento
de las desapariciones forzadas y de los secues-
tros clandestinos cometidos por los agentes del
Estado. Esas redes circunscritas al territorio
mexicano se fueron inscribiendo en circuitos
más amplios de activismo transnacional como
en la Federación Latinoamericana de Asociacio-
nes de Familiares de Detenidos-Desaparecidos
(FEDEFAM) creada en 1981.
En este artículo nos proponemos observar
cuáles fueron algunas acciones que se desa-
rrollaron en el campo transnacional con el ob-
jetivo de que México pudiese ser incluido en
una agenda latinoamericana de denuncia. Para
ello, analizaremos cuáles fueron las ventanas
de oportunidad y los actores que, desde Méxi-
co y en el exterior, intentaron desnudar la cara
violenta del régimen priista. Nos interesa exa-
minar estos esfuerzos en un marco temporal
hasta ahora poco revisado: aquél que inicia con
las primeras intervenciones de las organizacio-
nes internacionales sobre el caso mexicano, en
1975, hasta 1983 con la celebración en la ciu-
dad de México del IV Congreso de FEDEFAM.
Como indica la investigadora María Angélica
Tamayo Plazas, es posible considerar que “el
IV Congreso dio a conocer el fenómeno de la
violencia política en México a la federación,
el gobierno, la sociedad mexicana y actores
internacionales, que se habían resistido a re-
conocer su ocurrencia en el país, y contribuyó
a la capacitación del activismo en el país”.16
Nuestra metodología se apoya en distintas
fuentes documentales y testimoniales. Recurri-
mos a la información producida por la Direc-
ción Federal de Seguridad (DFS) y la Dirección
General de Investigaciones Políticas y Sociales
(DGIPS) que se encuentra abierta a la consul-
ta pública en el Archivo General de la Nación
(AGN). Los documentos de los servicios de
inteligencia fueron utilizados para identicar las
conexiones y repertorios de acción de algunos
exiliados mexicanos y de guras importantes
de la lucha antiautoritaria con organizaciones
internacionales. Si bien esta fuente contiene una
lectura condicionada por el trabajo de inteligen-
cia lo cierto es que también nos permite acceder
a documentos producidos por los mismos acto-
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res y organizaciones internacionales. Por ejem
-
plo, en el caso de las campañas realizadas por
Amnistía Internacional (AI) para la liberación
de mexicanos secuestrados, tomamos las cartas
originales enviadas por sus miembros y contras-
tamos esta información con otros documentos de
la época. Además, recurrimos a documentación
resguardada en los fondos del Comité Eureka y
del obispo Sergio Méndez Arceo, ambos en el
Archivo de CAMENA de la Universidad Autó-
noma de la Ciudad de México.17
Por último, analizamos diferentes testi-
monios publicados en libros; información de
la prensa nacional y documentos de organiza-
ciones internacionales.
Este artículo se organiza en dos partes. En la
primera parte exploramos las conexiones que
algunas guras del activismo local mexicano
entablaron con los actores transnacionales y
exiliados sudamericanos para conocer cuáles
fueron sus apuestas a la hora de comprender la
violencia que se cometía en México. En la se-
gunda parte indagamos en algunos hechos clave
que fueron protagonizados por las organizacio-
nes internacionales como AI y la Organización
de Naciones Unidas (ONU) y que nos permi-
ten observar los alcances y límites que tuvo la
denuncia sobre las violaciones a los derechos
humanos en México. En el cierre, compartimos
algunas reexiones nales.
La denuncia sobre México en el espejo del
Cono Sur
La represión desatada por el Estado mexica-
no para desarticular a la oposición política y
a los grupos guerrilleros fue respondida por
diferentes sectores de la sociedad que buscaron
desenmascarar esa violencia y que se fueron
organizando en comités y colectivos de lucha.
Las primeras organizaciones tomaron el es-
pacio público para visibilizar la situación de los
presos políticos y exigir la aparición con vida
de los mexicanos y mexicanas secuestradas.
18
En 1977 se fundó el Comité Pro-Defensa de
Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exilia-
dos Políticos (posteriormente llamado Comité
Eureka) que dos años después y junto a otras
organizaciones de familiares, llegó a integrar el
Frente Nacional contra la Represión (FNCR).
En 1978 también se creó la Asociación de Fa-
miliares de Detenidos Desaparecidos y Vícti-
mas de Violaciones a los Derechos Humanos
en México (AFADEM) como respuesta a la
desaparición y a la violencia vivida en Gue-
rrero, una de las regiones más afectadas por la
estrategia contrainsurgente del Estado mexicano
en la guerra sucia.19
Así, las organizaciones mexicanas fueron
contemporáneas a otros colectivos creados en
América del Sur para denunciar el terrorismo de
Estado.
20
Sus conexiones fueron posibles gracias
a los encuentros organizados por la FEDEFAM
y a la circulación de exiliados sudamericanos en
México a partir de la política de asilo brindada
en los sexenios mencionados. Estos encuentros
tuvieron una incidencia importante en el modo
de entender la violencia del Estado mexicano
pero el proceso fue gradual, no inmediato.
El obispo Sergio Méndez Arceo21 tuvo un
papel muy importante en la denuncia pública
de los crímenes que se cometían en México. En
ese rol incidió la relación que el obispo tuvo con
los perseguidos sudamericanos en general y con
los chilenos en particular. El impacto interna-
cional del golpe de Estado en Chile y el arribo
de miles de exiliados chilenos
22
contribuyó a
visibilizar los rasgos similares que la violencia
tenía en ambos países, aunque ello no fue lineal.
Por ejemplo, en septiembre de 1973, Méndez
Arceo intervino en algunos actos de solidaridad
y resistencia organizados por los exiliados chi-
lenos y advirtió que México podía convertirse
en una dictadura militar si continuaban los se-
cuestros y asesinatos.23 Posteriormente, en sus
homilías, continuó aanzando estas conexiones
entre los casos reriéndose a “represiones uni-
versales e innumerables” que no distinguían
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entre democracias o dictaduras y entre las cuales
se encontraba el caso mexicano.24
México podía ser visto entonces a través del
lente de las experiencias del Cono Sur. En 1982,
cuando la desaparición en México ya acumulaba
centenares de casos, el obispo sostuvo:
Yo hoy quiero hablar especialmente de los desapa-
recidos, de estas más o menos quinientas personas
en la República [de México] que de alguna manera
u otra fueron hechas desaparecer y no se sabe de
ellos. La autoridad no da razón de ellos. Me viene
muy a cuento esto porque acaba de estar el Papa
en Buenos Aires. Allá se reúnen cada semana, aun-
que llueva, aunque granice, aunque pase cualquier
cosa, se reúnen las madres de los “desaparecidos”,
exigiendo que aparezcan sus hijos o sus hermanos,
padres, esposos. Se llaman “las Locas de Plaza de
Mayo”, porque es en la plaza que se hacen estas
manifestaciones. Ahora que estuvo el Papa la policía
hizo todo dizque para cuidar al Papa.
Y con ese pretexto la policía impidió que el Papa se
pudiera dar cuenta de los letreros, de las palabras
de las Locas de Plaza de Mayo. En todas partes hay
madres de desaparecidos que es una forma de tor-
tura, para el desaparecido y para sus familiares. En
México también los hay, pero con la fama que tiene
México de sus acciones internacionales, muchas
veces ni siquiera los familiares de desaparecidos
en México tienen la solidaridad de los otros grupos
en otras nacionales porque, como que México es
otra cosa.25
Las fuentes consultadas para la presente investi-
gación nos permiten identicar que las dictadu-
ras del Cono Sur pudieron ser un espejo frente
a la que algunos actores mexicanos observaron
las formas de represión que se desenvolvían
en México. Quizás el caso del obispo Méndez
Arceo y el de Rosario Ibarra de Piedra26 sean los
más evidentes para sostener esta interpretación
pues ambos construyeron una estrecha relación
con parte del exilio sudamericano. Podemos por
ello arriesgar que en estas relaciones se pudo
construir un conocimiento distinto sobre repre-
sión estatal en México y sus efectos, aunque
ello no signicase una condena internacional
inmediata.
Como señalan Keck y Sikkink, a pesar de
que los actores locales se organizan en torno a
tópicos que tienen en común, ello no siempre
coincide con otras organizaciones de solidaridad
y lucha transnacional.
27
Por su parte, Ludger
Pries subraya que los procesos compartidos o
conectados pueden tener resultados disímiles
de acuerdo con los contextos locales que ac-
túan en ellos.28 Esta situación puede iluminar la
experiencia mexicana pues las organizaciones
de familiares y de denuncia de la guerra sucia
estuvieron vinculadas a las redes de activismo
transnacional, pero parecen haber tenido una
capacidad limitada de presión sobre el régi-
men del PRI. Rosario Ibarra recordaba que para
muchas madres extranjeras había sido difícil
entender cómo era posible que en México hu-
biera desaparecidos: “Sufrimos la incompren-
sión que todo esto generó en nuestros hermanos
latinoamericanos asilados en nuestro país, que
se rehusaban a criticar al gobierno de México
por lo mismo que los gobiernos de los suyos
hacían contra su pueblo”.29
Para muchos exiliados sudamericanos, la
operación política de “hermanar” la represión
estatal de México con la del Cono Sur resultaba
difícil de sostener. Si los colectivos en México
podían ver en las dictaduras del Cono Sur un
reejo de la violencia vivida en su tierra natal,
no pasaba lo mismo para los exiliados suda-
mericanos, para quienes México era un lugar
seguro. Como explica Pablo Yankelevich, si
bien México tenía una tradición de asilo hacia
los perseguidos políticos, la amplia recepción
que brindó el gobierno de Echeverria se volvió
una política funcional al orden interno.
30
En este
sexenio la relación con el gobierno de Salva-
dor Allende y de protección a los perseguidos
chilenos fue clave para ubicar a México como
un país vanguardista y promotor de la libre
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autodeterminación de los pueblos. Además, el
régimen recurrió a prácticas de cooptación y
tolerancia
31
que permearon la relación del go-
bierno mexicano con algunos actores del exilio
latinoamericano y que parecen haber incidido
en lo que era posible denunciar en el marco del
activismo humanitario.32
Además de la circulación de exiliados sud-
americanos en México, también se produjo una
diáspora de los mexicanos que salieron al exilio
por ser perseguidos políticos. Sobre este exilio
existen algunos hallazgos parciales, pero hasta
ahora no ha sido investigado como parte de las
prácticas represivas de la “guerra sucia”.33 Aquí
consideraremos la intervención de algunos exi-
liados en las redes de denuncia transnacional,
dejando para un futuro cercano un análisis más
amplio sobre esta experiencia.
Una de las ventanas de oportunidad que
tuvieron los exiliados mexicanos se produjo en
enero de 1976 cuando el Comité por la Defensa
Física y Moral de los Presos Políticos de Mé-
xico presentó un informe en la Tercera Sesión
del Tribunal Russell, en Roma, para denunciar
ante la comunidad internacional al régimen del
PRI. Este Comité estaba integrado por expresos
políticos mexicanos, muchos de los cuales ha-
bían estado detenidos en la cárcel Lecumberri
desde antes de la masacre de Tlatelolco el 2 de
octubre de 1968.34 El informe fue presentado
por la entonces exiliada Judith Reyes,35 quien
se rerió a México como una “beata pudorosa,
que es tan pura que no se deja ver de puertas
adentro […] el régimen ha hecho de la soberanía
nacional una prostituta de lujo del imperialis-
mo. Será por esto que... ¿como México no hay
dos?”
36
. Además, Reyes subrayó que era urgente
romper con la idea del excepcionalismo mexi-
cano y convocar a la comunidad internacional a
desmiticar el discurso de los gobernantes que
se escondían detrás de la “revolución mexicana”
para cometer crímenes y sostener un poder oligár-
quico.37 Se rerió también a la represión como
una violencia terrorista, masiva y anticonsti-
tucional, atada a los intereses de la “familia
revolucionaria” y en detrimento del pueblo”.38
La denuncia del caso mexicano en el Tribu-
nal Russell fue la antesala de las violencias que
posteriormente se conocerían sobre las dictaduras
del Cono Sur. Sin embargo, aunque la posibilidad
de juzgar a México en un tribunal internacional
fue propuesta en algunos momentos del período,
lo cierto es que no tuvo mayores alcances.39
Otros intentos de denuncia realizados por
los exiliados mexicanos no prosperaron debi-
do a la fuerza que tenía la política exterior del
régimen del PRI. Por ejemplo, Lourdes Uran-
ga40 recordaba que, a pesar de los esfuerzos
realizados, los exiliados mexicanos no lograron
concretar redes de denuncia que visibilizaran las
violaciones a los derechos humanos en México.
De su exilio en Cuba señalaba la estrategia de
neutralización que habían vivido para evitar un
conicto con México, aliado fundamental para
Fidel Castro en el marco de la guerra fría. Mien-
tras que, en Italia, los partidos comunistas en el
exilio habían optado por no involucrarse en esas
denuncias en tanto reconocían la hospitalidad
del gobierno de México hacia las fuerzas de
izquierda chilenas y sudamericanas. Además,
Uranga recordaba que en Italia no circulaba
información conable sobre la realidad mexi-
cana, lo cual obstruía la verosimilitud de lo que
los exiliados mexicanos trataban de explicar:
Los mejor informados tenían sus dudas con respecto
a nuestra democracia, pero desconocían los datos
concretos. La prensa revolucionaria europea da in-
formaciones muy confusas por la ignorancia del
tema México y también porque las organizaciones
revolucionarias latinoamericanas se negaban a hacer
declaraciones que empañaran la fachada exterior del
régimen mexicano. Esto no impidió que algunos
sindicatos, partidos, comités de fábrica, hayan sido
receptivos en los temas de la represión.41
Así, la circulación de exiliados mexicanos y sus
búsquedas por denunciar la violencia en México
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no halló un contexto receptivo adecuado. Un
último caso fue el de Armando Carrillo quien,
desde Italia, reclamó el abandono que muchos
exiliados mexicanos sufrían por parte de estas
redes humanitarias. Carrillo había sido dete-
nido por la policía italiana y expulsado hasta
la frontera con Francia; desde allí solicitaba el
apoyo de Eureka para denunciar a la ONU por
“no querer aceptar nuestro carácter de exiliados
o desterrados políticos”. En una carta escrita
probablemente en 1978 visibilizó esta situación
y señaló: “la actitud de la ONU es la de pre-
sionar al gobierno mexicano para que otorgue
un documento sin restricciones y esta medida
no es más que una forma de ellos de salir del
problema. [Pero] aún con un pasaporte sin res-
tricciones estamos condenados a ser turistas”.
42
Del recorrido realizado hasta ahora pode-
mos ver que, en el caos mexicano, existió un
tejido de resistencia y denuncia conformado por
diferentes actores del exilio que visibilizaron
la violencia estatal. Sin embargo, ello no tuvo
una repercusión internacional importante ni la
inscripción de México en una agenda de casos
mayor sobre las violaciones a los derechos hu-
manos en Latinoamérica. A continuación, vere-
mos cómo esto también se reejó en el trabajo
de las organizaciones internacionales.
Relaciones complejas entre el activismo mexi-
cano y las organizaciones internacionales
Rosario Ibarra de Piedra lideró parte de la de-
nuncia contra el Estado mexicano y, para ello,
se vinculó con FEDEFAM desde su fundación.
Su voz fue muy importante al interior de todo
el país, pero también a nivel internacional ya
que formó parte de las redes de activismo trans-
nacional que la vincularon a otras madres y
familiares de desaparecidos de América del Sur
y que le permitieron aprender estrategias de
lobby diplomático y de intervención y presión
en foros internacionales.
Un breve repaso por este activismo nos
permite identicar que, al iniciar su lucha por
la aparición de las personas secuestradas en
México, las fuerzas de seguridad observaron
con preocupación el repertorio de acciones que
iba desplegando.43 Entre esas acciones debemos
resaltar las huelgas de hambre que lideró en el
territorio mexicano entre agosto y noviembre
de 1978, las resonancias que ello tuvo en las
embajadas mexicanas en Europa así como la
gira que realizó por 94 ciudades de Estados
Unidos en apoyo a las solicitudes de asilo de
dos exiliados mexicanos. Además, en 1979,
los agentes de inteligencia advirtieron que las
protestas organizadas por el Comité Eureka du-
rante la visita del presidente norteamericano
James Carter y del Papa Juan Pablo II podían
afectar seriamente las relaciones diplomáticas
de México.
El trabajo internacional de Rosario Ibarra
y del Comité Pro Defensa, nos da pistas de los
obstáculos que debió enfrentar para cuestionar
públicamente la imagen democrática y progre-
sista que el régimen del PRI buscaba sostener.
Una de esas dicultades se debió a la misma
dinámica de las organizaciones humanitarias
internacionales que tuvieron lugares diferen-
tes, algunas fueron más incisivas y otras menos
comprometidas con la situación en México.
Al respecto, AI y la ONU tuvieron posicio-
nes contrastantes. Mientras la primera reali
dos visitas en 1975 y 1982 como respuesta a
las denuncias presentadas por los familiares,
la ONU tuvo un posicionamiento más débil y
condescendiente hacia el gobierno mexicano,
lo cual generó fuertes críticas por parte de los
colectivos y familiares de desaparecidos.44
AI siguió de cerca los distintos casos de
prisión política y desaparición en México.
45
En 1975 visitó el país y la información recabada
fue incluida en su informe anual. Allí manifestó
su preocupación por las irregularidades que se
presentaban en las detenciones de las perso-
nas, con usos excesivos de los interrogatorios
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y procesos judiciales lentos para los presos.
Además, señaló que en México existían de-
masiadas fuerzas de seguridad a cargo de los
procedimientos propiciando abusos de autoridad
y casos de desaparición.46
Además de los informes, AI se hizo pre-
sente a través de dos campañas dirigidas a pre-
sionar al Estado mexicano por los secuestros
que habían realizado las fuerzas de seguridad.
La primera campaña denunciaba la detención
de Isaías Rojas Delgado y Aída Frías López el
22 de septiembre de 1976 por parte de la DFS.
Ambos estaban vinculados al Ejército Guerrille-
ro de los Pobres, una organización guatemalteca
que, en México, había encontrado aliados y un
espacio de entrenamiento militar. Los agentes de
la DFS habían interrogado a los dos militantes
el día 15 de octubre de 1976 y menos de un mes
después, Isaías habría salido exiliado a Canadá
y luego a Italia.47 Su caso tuvo una importante
repercusión internacional gracias al trabajo po-
lítico de AI que gestionó el envío de centenares
de cartas desde Francia, Suiza, Suecia y algunas
ciudades importantes de Estados Unidos, entre
noviembre de 1976 y enero de 1977.48
El otro caso que tomó AI fue el de José
Luis Esparza Flores, Antonio Orozco Michel
y Aurora Castillo, militantes de la Liga 23 de
Septiembre, secuestrados el 13 de abril de 1977
por la Dirección General de Policía y Tránsito
del Distrito Federal. Esta campaña se realizó
en el momento de la desaparición de los mili-
tantes, que luego fueron recluidos en cárceles
y sentenciados con altas penas de prisión. En la
campaña, AI reunió miles de rmas que fue-
ron enviadas desde Suiza, Dinamarca, Bélgica,
Holanda, Italia, Irlanda y Estados Unidos entre
nales de abril y durante el mes de mayo de
1977.49 En las cartas enviadas por iniciativa de
AI, puede leerse la dicultad que muchas per-
sonalidades políticas e intelectuales de Estados
Unidos y Europa tuvieron a la hora de solicitar
a las autoridades mexicanas que se les diera un
trato digno a los detenidos a pesar de los delitos
en los que pudieran haber incurrido:
[…] a base de informaciones que obtuvo el Centro
Internacional de Informaciones de Amnesty Inter-
nacional de Londres, expresamos nuestra preocu-
pación en cartas como la presente a las autoridades
competentes […] No sé nada sobre dicha “Liga”
ni sobre sus objetivos ni cómo opera. Creo que las
autoridades Mexicanas [sic] por razones convincen
-
tes estimaron justo y necesario el interés del país
arrestar las tres personas que mencioné. ¡Claro que
no es mi intención defender un grupo ilegítimo de
su país! Es solamente por principios humanitarios
y porque estoy convencido de que la ejecución de
la ley todos los hombres tienen derechos iguales
que me preocupo de la situación actual de los tres
detenidos políticos. Espero que entretanto hayan
obtenido un proceso legal y gozen [sic] de todos los
derechos del hombre. Les agradeceré mucho recibir
en poco una respuesta a mis preguntas: ¿gozan del
derecho de “habeas corpus”? ¿Pueden aprovecharse
de ayuda de abogados independientes? ¿Es permiti-
do visitarles a sus familiares? ¿Cuáles es el paradero
actual de cada uno de los tres detenidos?”50
El rostro democrático de México parece haber
sido redituable para el régimen del PRI y, por lo
tanto, un límite para el activismo transnacional.
Así lo podemos valorar a través de estas cartas
enviadas por la campaña de AI, en las cuales
quienes suscriben se vieron en la necesidad de
aclarar su respeto a las normas internas del go
-
bierno mexicano.51
Si AI tuvo este papel activo, la ONU, en
cambio, demostró acciones más matizadas en
cuanto al tema de la represión estatal en México.
En 1980 la ONU había creado formalmente el
Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forza-
das e Involuntarias y en sus primeros años de
trabajo, recibió múltiples demandas del Comité
Eureka y la documentación probatoria de esas
desapariciones. Sin embargo, la ONU y este
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grupo en particular parecen haber tenido una
estrategia evasiva ante el caso mexicano, por
lo menos en esos primeros años de los 1980.
Kurt Waldheim, secretario general de la
ONU, visitó ocialmente México en 1979. Dos
años antes, en julio de 1977, había recibido de
parte de ocho madres de desaparecidos, una
carta en la que informaban sobre el secuestro
de sus hijos y le pedían ayuda para que la ONU
interviniera. En enero de 1979, en México,
Waldheim volvió a recibir las solicitudes de
las madres, pero esta vez con una carpeta que
contenía información sobre la desaparición de
426 personas.
52
Las respuestas del secretario
general fueron confusas para los familiares,
pues en una conferencia de prensa aclaró que
desconocía las denuncias sobre las violaciones
a los derechos humanos en México y armó
no estar informado sobre los casos que estaba
adoptando AI.53
A pesar de este desconocimiento, el Grupo
especíco creado por la ONU para atender los
casos de desaparición forzada incluyó a México
en su primer y segundo informe. En el primer
informe, de 1980, recogió la denuncia sobre la
desaparición de 570 personas y recibió inme-
diatamente la queja del gobierno mexicano.
Para el gobierno de López Portillo, los “preten-
didos presos políticos no son más que simples
delincuentes del orden común, procesados por
delitos comunes, además de los que no se en-
cuentran presos […] y vivos que han cambiado
de nombre”.54 Además, las autoridades mexi-
canas descalicaron el testimonio de Rosario
Ibarra por ser una mujer “difamadora” ya que
su hijo Jesús Piedra no habría sido secuestra-
do por el gobierno a pesar de ser un peligroso
“delincuente común”.
Hacia 1983, la práctica de la desaparición
en México se continuaba produciendo. Mu-
chos casos de presos políticos y exiliados que
habían sido alcanzados por la ley de amnistía
de 1978 seguían detenidos y sujetos a la arbi-
trariedad de los procedimientos judiciales sin
obtener la libertad. En ese contexto, México
fue excluido del tercer informe del Grupo de
Trabajo55 y, por lo tanto, de la lista de países
que identicados por cometer violaciones a los
derechos humanos. Las respuestas no se hicie-
ron esperar. Inmediatamente el Comité Eureka
decidió romper relaciones con la ONU y, junto
a FEDEFAM, llevó adelante una protesta en la
sala de reuniones en Ginebra:
[…] por su decisión de excluir a México de la lista
de países que practican la detención-desaparición,
ya que en nuestra patria se mantiene cárceles clan-
destinas y campos militares a más de 500 ciudadanos
desde hace varios años. La mayoría de estos casos
fueron denunciados ante la ONU y se enviaron ex-
pedientes debidamente documentados, algunos de
ellos con informes condenciales, provenientes de
personas que con dichas declaraciones han puesto en
peligro su seguridad y hasta sus vidas. Esta actitud
del citado grupo pone en duda su preocupación por
la suerte de los desaparecidos y el carácter humani-
tario de sus propósitos”.56
En efecto, aunque se evitase nombrarlo en su
informe, el problema de la represión y la des-
aparición en México no estaba oculto para la
opinión pública internacional y para los actores
transnacionales que también se ocupaban de
denunciar estas prácticas en otras regiones de
América Latina. Pero las exigencias y demandas
de las organizaciones mexicanas no llegaban a
encontrar en la comunidad pública latinoame-
ricana e internacional un marco de escucha.
Como vimos a través de las experiencias de los
exiliados mexicanos, la política exterior mexica
-
na parecía funcionar exitosamente sosteniendo
el silencio internacional.
Conclusiones
En este artículo recorrimos un problema de in-
vestigación hasta ahora poco analizado: el acti-
vismo transnacional humanitario que se orientó
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a denunciar la violencia del Estado mexicano
entre 1975 y 1983. En ese análisis, nos interesó
comprender cómo ese activismo se enfrentó a
los obstáculos que imponía la política exterior
activa del gobierno mexicano.
Nuestra investigación ha demostrado que,
a pesar de los esfuerzos, el problema de las
violaciones a los derechos humanos en México
se convirtió en un tema reticente para algunas
organizaciones internacionales como la ONU
y, difícil de asumir para actores vinculados a
las luchas humanitarias como los exiliados
sudamericanos. Los ecos internacionales pro-
ducidos entre 1975 y 1983 no parecen haber
sido sucientes para que, en esos años, la co-
munidad internacional condenara públicamente
a México por la violencia y vejaciones de los
derechos humanos cometidos en el marco de
la “guerra sucia”.
En algunos momentos y gracias a la in-
tervención de diferentes actores del amante
campo humanitario, se pudo reejar la política
represiva del régimen mexicano, el uso indis-
criminado de la prisión política, la magnitud de
las desapariciones forzadas y la presencia de
exiliados mexicanos en distintos países de Amé-
rica y Europa. Sin embargo, ello no signicó
que México pasara a formar parte de los países
observados y condenados internacionalmente.
Como mencionamos, los principios rectores
de la política exterior mexicana y el “rostro
democrático” que el régimen del PRI trató de
sostener, pudo haber incidido en la efectividad
de estos límites. Sin embargo, consideramos
que este elemento debe ser analizado con mayor
rigurosidad en futuras investigaciones a la luz
de la historicidad de otros factores internos y
externos que atravesaron a la política mexicana
en los años de la guerra sucia.
Citas
1 Roniger, Historia mínima de los derechos humanos en
América Latina, p. 19.
2 Por ejemplo, Pettiná, Historia mínima de la guerra fría en
América Latina; Spenser, Espejos de la guerra fría, p. 145.
3 Covarrubias Velasco, “Un estudio de caso para la política
de México en la posguerra fría”, p. 15.
4 Toussaint, “¿Activismo o intervencionismo?”, pp. 49-50.
5
Deikun, Juegos conceptuales y estratégicos; Levin Ro-
bles, El uso político del exilio chileno, pp. 49-53.
6 Pettiná, Historia mínima de la guerra fría en América
Latina, p. 86.
7
Meyer, “La guerra fría en el mundo periférico”, p. 104.
8 Keller, Mexico´s Cold War, pp. 168, 210, 230.
9 Ovalle, Tiempo suspendido, p. 53.
10
Nos referimos a exiliados sudamericanos, familiares de
presos políticos y desaparecidos, perseguidos y secues-
trados que tomaron contacto con organizaciones interna
-
cionales de carácter humanitario (ONU, ACNUR, OEA,
CIDH) y que crearon otros nuevos como FUNDALATIN
y posteriormente FEDEFAM. Sobre este último punto,
recomendamos el trabajo de Ayala, “Coordinaciones
regionales humanitarias”.
11 Sznajder y Roniger, La política del destierro, p. 182.
12 En efecto, las investigadoras subrayan al menos tres
funciones propias de estas redes: la política de informa-
ción, la política simbólica, la política de apoyo y la política
de responsabilización. Sobre estos aspectos recomendamos
ver Keck y Sikkink, Activistas sin fronteras, p. 36.
13 Por cuestiones de espacio no nos detendremos a desa-
rrollar este aspecto. Recomendamos consultar el libro ya
citado de Sznajder y Roniger, La política del destierro.
14
Sobre el activismo desplegado en torno a la masacre de
1968 existe una amplia bibliografía. Para esta investiga-
ción nos apoyamos en los valiosos textos de Allier, 68.
El movimiento que ganó en el futuro; Musotti y Mejia
Arregui, “México-Paris: la misma lucha”; Musotti, Aná-
lisis del movimiento del ´68 mexicano y de la matanza
del 2 de octubre.
15
Algunos trabajos sobre este tema: De Vecchi Gerli,
¡Vivxs lxs queremos!; Gómez Lvo, Ausencias presentes;
Terán Peralta, “Vivos se los llevaron, vivos los quere-
mos”; Terán Peralta, Continuidades y rupturas.
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16 Tamayo Plazas, “Más allá de la frontera nacional”.
17 Agradecemos especialmente a los colegas del Archivo
CAMENA por su ayuda en la búsqueda de esta información.
18
De acuerdo con la rigurosa investigación de Camilo
Vicente Ovalle, las desapariciones forzadas en México
durante la guerra sucia se concentraron en el período de
1971 a 1983, aunque desde mediados de los años 1960
el Estado ya había comenzado a diseñar planes y grupos
especiales para el aniquilamiento y la desaparición de
los militantes de las guerrillas rurales y campesinas. En
los años 1980 las desapariciones continuaron, pero las
mayores magnitudes se concentran una década antes. Cfr.
Ovalle, Tiempo suspendido, pp. 149-151.
19
Cfr. Rangel Lozano, “Desaparición forzada y repara-
ción del daño”.
20
Nos referimos por ejemplo a las organizaciones creadas
en Chile (Comité pro Paz y Vicaría de la Solidaridad des-
de 1973; Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cris-
tianas, 1975); Argentina (Madres de Plaza de Mayo, 1977;
Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones
Políticas, 1976; Centro de Estudios Legales y Sociales,
1982); Uruguay (Servicio de Paz y Justicia, 1981; Madres
y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos,
1983); Brasil (Comitê de Defesa dos Direitos Humanos
para os Países do Cone Sul da Comissão Arquidiocesana
de Pastoral dos Direitos Humanos e Marginalizados de
São Paulo, CLAMOR, 1978); Paraguay (Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos d Asesinados por
Razones Políticas del Paraguay, Faddapy). Por motivos
de extensión no podemos nombrar aquí a todas ellas, pero
son una muestra de que, entre 1975 y 1983, también se
crearon otras organizaciones y redes en América del Sur.
21
El obispo Sergio Méndez Arceo formó parte del sector
progresista de la Iglesia católica en México y su trabajo
pastoral estuvo orientado a la denuncia de las condiciones
de opresión de distintos movimientos sociales mexicanos.
Cfr. Hernández Vicencio, “Sergio Méndez Arceo y su
visión internacionalista”.
22 Cfr. Rojas Mira, Las moradas del exilio, p. 109.
23 “Palabras pronunciadas por Sergio Méndez Arceo en la
Misa Panamericana celebrada en la Catedral de Cuernava-
ca”, Cuernavaca, 22 de octubre de 1973, fondo Dirección
Federal de Seguridad del Archivo General de la Nación,
(en adelante DFS-AGN), expediente 100-15-4-73, legajo 1.
24
“Homilía del obispo Méndez Arceo”, 3 de agosto de
1975, Cuernavaca, fondo Méndez Arceo del Archivo
CAMENA (en adelante MA-CAMENA), serie HYM 88.
25
“Transcripción de la homilía leída por Méndez Arceo”,
Cuernavaca, 13 de junio de 1982. MA-CAMENA, serie
HYM 246.
26 Rosario Ibarra de Piedra comenzó su lucha en el cam-
po de los derechos humanos a partir de la desaparición
de su hijo, Jesús, en 1974. En 1977 fundó el Comité
Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y
Exiliados Políticos (conocido como el Comité ¡Eureka!)
y fue un actor clave en la denición de las primeras
huelgas de hambre, en la denuncia de la violencia del
Estado mexicano y en la exigencia por la liberación de
los presos, la aparición de los desaparecidos y el retorno
de los exiliados. En 1982 fue candidata a la Presidencia
de la República en 1982 por el Partido Revolucionario
de los Trabajadores.
27 Las autoras explican que, en los hechos, la similitud
en los horizontes de cambio político y de defensa de
derechos fundamentales no signica que se gesten movi-
mientos de solidaridad supranacionales. Así lo remarcan
para el caso de las violaciones a los derechos humanos
del gobierno cubano o nicaragüense que resultó en una
fractura interna para estas redes y un evidente silencio.
Keck y Sikkink, Activistas sin fronteras, p. 139.
28 Pries, La transnacionalización del mundo social.
29
“La lucha contra la parte más oscura del poder”, ma-
nuscrito de Rosario Ibarra, julio de 1996, fondo personal
Rosario Ibarra, archivo CAMENA (en adelante RI-CA-
MENA), serie TX A420.
30 Yankelevich, “Los rostros de Jano”, p. 152.
31 Meyer, La guerra fría en el mundo periférico, p. 104.
32 Sobre este aspecto los estudios sobre el exilio suda-
mericano no han profundizado. Un primer avance de
este problema puede encontrarse en Lastra, “Un terror
no denunciado”.
33 Sobre los exilios de los estudiantes del ´68 cfr. Allier
y Mussotti “Un corto viaje. Exilio de activistas del ’68
mexicano”. Sobre el exilio en la guerra sucia, Lastra,
“Del país refugio al territorio de expulsión”.
34
“México hoy”, informe presentado por el Comité por la
Defensa Física y Moral de los Presos Políticos de México
ante la III Sesión del Tribunal Russell, Roma, enero de
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Soledad Lastra
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1976, Centro de Referencia Virtual, Documentos Brasil
Nunca Mais, en línea: http://docvirt.com/docreader.net/
DocReader.aspx?bib=docbnm&id=363803765489&pa-
gs=21785 [consultado el 8 julio de 2023].
35 Judith Reyes Hernández fue una cantante, escritora,
periodista y activista mexicana reconocida por sus can-
ciones de protesta. Participó en el movimiento estudiantil
de 1968; fue secuestrada y desaparecida en 1969 hasta
que pudo viajar a Europa como exiliada.
36 Reyes, La otra cara de la patria, p. 14.
37
“México hoy”, informe presentado por el Comité por la
Defensa Física y Moral de los Presos Políticos de México
ante la III Sesión del Tribunal Russell, Roma, enero de
1976, Centro de Referencia Virtual, Documentos Brasil
Nunca Mais, en línea: http://docvirt.com/docreader.net/
DocReader.aspx?bib=docbnm&id=363803765489&pa-
gs=21785 [consultado el 8 julio de 2023].
38 Reyes cerró la exposición convocando: “sin arrogan-
cias pero con la máxima rmeza y decisión la condena
del régimen de gobierno mexicano y señalamos las gra-
ves responsabilidades —dadas las características del
régimen— que pesan sobre la persona del Presidente
Echeverría; también tenemos la convicción que nuestros
pueblos, junto a nuestros hermanos oprimidos de América
latina, sabrán reaccionar en defensa de la dignidad huma-
na, contra la opresión imperialista y por la vigencia de
una sociedad de justicia e igualdad”. En “México hoy”,
informe presentado por el Comité por la Defensa Física
y Moral de los Presos Políticos de México ante la III
Sesión del Tribunal Russell, Roma, enero de 1976, Centro
de Referencia Virtual, Documentos Brasil Nunca Mais,
en línea: http://docvirt.com/docreader.net/DocReader.
aspx?bib=docbnm&id=363803765489&pags=21785
[consultado el 8 julio de 2023].
39 “Ache llamando a organizar un tribunal que enjuicie
los crímenes políticos del Gobierno Mexicano”, Partido
Revolucionario de los Trabajadores, 8 de diciembre de
1978, Extraído del sitio web: Archivos de la Represión,
artículo 19: https://biblioteca.archivosdelarepresion.org/
item/101398 [consultado el 8 julio de 2023].
40 Lourdes Uranga había integrado el Frente Urbano Za-
patista (FUZ) y se había involucrado directamente en el
secuestro de Julio Hirschfeld Almada, director general
de Aeropuertos y Servicios Auxiliares. Estuvo presa en el
penal de Santa Martha Acatitla y posteriormente estuvo
exiliada en Cuba en 1973 y en Italia a partir de 1976.
41 Uranga López, Comparezco y acuso, p. 145.
42 “Carta de denuncia enviada a Eureka”, sin fecha, fondo
Comité Eureka, archivo CAMENA (en adelante CE-CA-
MENA), serie: VD F30.
43
“Legajo público de Rosario Ibarra de Piedra producido
por agentes de la DGIPS”, CE-CAMENA, serie: RG C12.
44 Sostengo esta interpretación a partir de los informes y
denuncias presentadas por el Comité Eureka entre 1980
y 1987 ante la ONU y FEDEFAM. Cfr. “Waldheim y los
presos”, 8 de enero de 1979, en CE-CAMENA, serie: DH
C27; “Informe sobre Grupo de Trabajo de Desapariciones
Forzadas de la ONU, 1980-1985”, CE-CAMENA, serie:
DH C33; “Propuesta de FEDEFAM al Informe del Grupo
de Desapariciones Forzadas de la ONU, E/CN4/1984/4”,
CE-CAMENA, serie: DH C62 e “Informe FEDEFAM,
anexo 3, sobre México y desapariciones en donde se indican
los casos que fueron adoptados por Amnistía Internacional
y que no fueron tomados por el Grupo de Desapariciones
Forzadas de la ONU”, CE-CAMENA, serie: DH D 1.
45 Las violaciones a los derechos humanos que AI había
observado en México, dejaba por fuera a los exiliados.
Para 1978, se calculaba que había más de 40 personas
que habían tenido que dejar el país por pertenecer al mo-
vimiento armado, estudiantil y campesino. “Del izquier
-
dismo al marxismo. Carta de unos perseguidos políticos”,
agosto de 1978, CE-CAMENA, serie: VD F5.
46
Esta situación arbitraria era ejemplicada por AI de la
siguiente manera: “El 26 de marzo de 1976 se declaró
una amnistía general para todos los implicados en los
disturbios estudiantiles de 1968 que culminaron en la
matanza de Tlatelolco. La amnistía afectó a unas 250
personas que seguían pendientes de juicio cinco años
después de los hechos. Esto da una idea de la lentitud de la
maquinaria de justicia mexicana”. Amnesty International
Annual Report 1975-1976, p. 105. Extraído del sitio web:
https://www.amnesty.org/es/documents/pol10/0001/1976/
en/ [consultado el 10 julio de 2023].
47 De acuerdo con Gladys Hernández, Isaías habría salido
al exilio en 1974 cuando, detenido por Nazar Haro, fue
subido a un avión sin dinero ni pasaporte rumbo a Italia,
destino del que nunca retornó. Cfr. López Hernández,
Ovarimonio. ¿Yo guerrillera?, p. 134.
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48 Todas las cartas enviadas a Nazar Haro como director
de la Dirección Federal de Seguridad se encuentran en
DFS-AGN, serie 0, caja A20, 35/103, legajo 2.
49 El nombre de Luis Esparza López volvió a hacer objeto
de atención internacional unos años después, en 1980 ya
que, estando preso con sentencia rme de 38 años de pri-
sión, no fue liberado en el marco de la amnistía aprobada
durante el sexenio de José López Portillo.
50 “Carta enviada al coronel Miguel Nazar Haro, subdi-
rector federal de investigaciones, por el profesor y doctor
Wilhelm Schmid desde Nuenen (Países Bajos)”, 7 de
mayo de 1977, DFS-AGN, serie 0, caja A20, 35/103,
legajo 2. Esta y otras cartas enviadas en el marco de la
campaña de AI se encuentran en el legajo citado.
51 Además de estas campañas, AI presentó al gobierno
mexicano un pedido por el paradero de 312 personas des-
aparecidas. En 1980, la misma organización ya contaba
con 450 expedientes por desaparición en México y su
papel en el acompañamiento de los casos de desaparición
forzada y detención arbitraria fue muy importante.
52
“Waldheim y los presos”, 8 de enero de 1979, CE-CA-
MENA, serie: DH C27.
53
“Waldheim y los presos”, 8 de enero de 1979, CE-CA-
MENA, serie: DH C27.
54
“Informe del Grupo de desapariciones forzadas de la
ONU”, 22 de enero de 1981, E/CN.4/1435, p. 51, CE-CA-
MENA, serie DH C33.
55
Nos referimos al informe E/CN.4/1983/14, 21 de enero
de 1983.
56
“Manuscrito”, sin fecha, RI-CAMENA, serie: TX A 106.
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