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María Antonieta Jiménez Izarraraz
Dicere • ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi4.59
de bronce), una serie de rutinas y elementos pa-
trimoniales tangibles vinculados, logrando su
gran cometido que fue fortalecer la identidad en
el plano ambiciosamente más grande, que es el
nacional. Por otra, en el ámbito cultural, como
parte de la respuesta social, esta práctica al ser
adoptada logra la signicación desde la práctica
social, transformando la instrucción vertical en
una práctica socialmente signicativa, y, por su-
puesto, logrando también fortalecer la identidad,
aunque en el ámbito local.
Ahora bien, quisiera presentar algunos pá-
rrafos en referencia a los patrimonios que en su
denición y en su praxis se conectan en el senti-
do opuesto, para lo cual habremos de recuperar
otro concepto de cultura. Desde una perspectiva
antropológica, Marvin Harris la dene como “el
conjunto aprendido de tradiciones y estilos de
vida, socialmente adquiridos, de los miembros
de una sociedad, incluyendo sus modos pautados
y repetitivos de pensar, sentir y actuar (es decir,
su conducta) [...]
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Es en esta base y actuar social
donde ocurren saberes que se transmiten gene-
ración tras generación, y que generan cultura
material con rasgos especícos que hacen que la
cultura pueda ser vista también como “operadora
de diferenciación, entendida como el conjunto
de los rasgos compartidos dentro de un grupo y
presumiblemente no compartidos (o no entera-
mente compartidos) fuera del mismo”.
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Desde esta perspectiva, la generación o pro-
ducción de cultura material puede ser algo que
ocurre de manera sistémica u orgánica en el mar-
co de las rutinas y cosmovisiones de una sociedad
concreta. Esteban Arias recupera, por ejemplo
y para el caso de Tzintzuntzan, Michoacán, la
interrelación entre la producción alfarera y el
entorno social, en donde religión, costumbres y
tradiciones se entretejen brindando a los objetos
arropando a los objetos de profundidad histórica
y, por ende, un arraigo identitario que vincula a
la alfarería con la sociedad.
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En procesos históricos como los propios
de México, algunos de estos objetos son seña-
lados como patrimonio con cualidades espe-
ciales, diferenciándolos y sacándolos de una
demarcación de bienes utilitarios conectados
con una profundidad histórica al distinguirlos
bajo la palabra “artesanía”. Iniciativas como
la constitución por el Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, en 1974,
24
y del propio
Consejo Nacional del Fondo Nacional para las
Artes, fundado en 1988, han gestado diversas
(y no pocas veces polémicas) iniciativas para
promover la producción de artesanías con nes
comerciales. Los objetos, bajo este enfoque,
aunque aparentemente no es la intención, en
los hechos son constantemente descontextua-
lizados convirtiéndose en elementos cuyo prin-
cipal valor suele ser el estético. Ello, porque las
artesanías históricamente han sido percibidas
desde el discurso del arte. En una denición –no
institucional, sino académica–, encontramos a
la artesanía denida como “la actividad pro-
ductiva de objetos hechos a mano con la ayuda
de instrumentos simples. Estos objetos pueden
ser utilitarios o decorativos, tradicionales o de
reciente invención. La artesanía popular es la
tradicional, vinculada con necesidades, festivi-
dades, gustos populares o rituales”.
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El Fondo Nacional de las Artes (FONART)
en un manual para diferenciar la artesanía de la
manualidad, propone en una denición construi-
da desde antropólogos y arquitectos, coordina-
dos por la antropóloga Marta Turok a la artesa-
nía como: “un objeto o producto de identidad
cultural comunitaria, hecho por procesos ma-
nuales continuos, auxiliados por implementos
rudimentarios y algunos de función mecánica
que aligeran ciertas tareas. La materia prima
básica transformada generalmente es obtenida
en la región donde habita el artesano […] puede
destinarse para el uso doméstico, ceremonial,
ornato, vestuario o bien, como implemento de
trabajo. En la actualidad, la producción de ar-
tesanía se encamina cada vez hacia la comer-
cialización”.
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En ambos casos, vemos presente
el criterio estético (en la primera integrando