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Revista de Humanidades, Ciencias Sociales y Artes
Resumen
El propósito de este trabajo es generar un punto
de partida que permita reexionar cómo al si-
tuar una archivística renovada e interpretativa
el patrimonio documental se resignica, de tal
manera que puede ser apropiado por una au-
diencia. Se trata de un ejercicio interdisciplinar
que recupera herramientas de la comunicación
y la antropología; va más allá de considerar
actividades como exposiciones, visitas guiadas,
conferencias o publicaciones. Establecemos que
el patrimonio documental importa a las personas
en tanto se les responda la pregunta: ¿y yo qué
tengo que ver con esto?. Por tanto, vemos nece-
sario reconsiderar el mensaje y la forma en que
los archivistas presentan, comunican y comparten
el patrimonio en sus distintas materialidades.
Palabras clave: patrimonio documental, archi-
vística, interpretación, comunicación, audiencia
Abstract
The purpose of this work is to generate a star-
ting point that allows us to reect on how to
situate a renewed and interpretive archiving of
documentary heritage, it is given new meaning,
in such a way that it can be appropriated by an
audience. It is an interdisciplinary exercise that
recovers tools from communication and anthro-
pology; it goes beyond considering activities
such as exhibitions, guided tours, conferences or
publications. We establish that the documentary
heritage matters to the people if the question
is answered: what do I have to do with this?
Therefore, we see it necessary to reconsider
the message and the way in which archivists
present, communicate and share the heritage
in their dierent materials.
Key words: documentary heritage, archiving,
interpretation, communication, audience
Yaminel Bernal Astorga
Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia
Universidad Nacional Autónoma de México
Cómo citar este artículo: Yaminel Bernal Astorga, “El patrimonio documental desde una archivística diferente”,
en Dicere, núm. 4 (julio-diciembre 2023), pp. 170-179.
Recibido: 7 de marzo de 2023 • Aprobado: 2 de abril de 2023
Dicere • ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi4.58
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Yaminel Bernal Astorga
Dicere • ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi4.58
I.
Situar el patrimonio documental a partir de la
archivística conlleva enunciar que no basta con
circunscribirlo, organizarlo, catalogarlo y nom-
brarlo; es necesario que se tenga un ejercicio
reexivo, que se dé una apropiación hacia éste,
vamos, que nos importe. Sin duda, queda de ma-
niesto que dicho patrimonio ayuda a edicar
la denominada memoria colectiva; convergen
signicados, prácticas y saberes que, cuando
logramos vincularlos entre sí, se transforman en
algo distintivo y valioso. Por su parte, amerita
que la archivística, ciencia cuyo objeto de estu-
dio son los archivos, impulse otras estrategias
desde la cuales pueda darse la conexión entre
el patrimonio y las personas. Es importante que
en el proceso atendamos todas las materialidades
del patrimonio documental -la mayoría de las
personas en primera instancia consideran sólo el
papel-, así como aquellas expresiones divergentes
que se están dando y viviendo cada vez más en
medios o recursos tan variables como efímeros.
Hoy la archivística pilota en un contexto
vertiginoso, impregnado por las tecnologías, las
interacciones y formas de comunicar distintas,
sobre todo, entre fenómenos sociales que al
propiciar otros pensares emergen registros que,
eventualmente, -o desde ya- nos importan. Des-
de esta perspectiva considero al archivo como
un entretejido de continuidades propiciadas por
el patrimonio, la memoria, la identidad; es un
dispositivo para el conocimiento y experiencias
en tanto se ponga en juego el carácter enun-
ciativo de la documentación, es decir, que sea
problematizada, consultada, explorada, vincu-
lada y compartida.
Ahora bien, para que el patrimonio docu-
mental nos importe y responda a la pregunta ¿y
yo qué tengo que ver con esto?, una propuesta
reside en visibilizar a los archivos como espa-
cios para la interpretación, es decir, presentar el
patrimonio más allá de discursos especializados
para perlarlos como lugares donde importa la
forma y lo qué comunicamos propiciando un
interés; por tanto, logramos que el otro se acer-
que, decodique desde sus propias experiencias
y saberes, lo entienda. Así, el propósito de este
trabajo es generar un punto de partida que per-
mita reexionar cómo al situar una archivística
renovada e interpretativa del patrimonio docu-
mental se resignica y puede ser apropiado por
la audiencia,
1
por todos. Este enfoque es un ejer-
cicio interdisciplinar que recupera herramientas
de la comunicación y la antropología; va más
allá de considerar actividades como exposiciones,
visitas guiadas, conferencias o publicaciones, esto
lo hacen muchos espacios archivísticos ya. Cuan-
do hablamos de una archivística con perspectiva
interpretativa, proponemos hacerlo desde el inicio,
es decir, a partir de que el documento emerge
y evoluciona -lo que serían las fases trámite,
concentración e histórico.
Si pensamos el quehacer de los archivos
desde la interpretación hablamos de posicionar
el mensaje y la audiencia, así como la expe-
riencia; es una estrategia para que las perso-
nas puedan responder ¿y yo que tengo que ver
con esto? En dichas respuestas las acerquemos
cada vez más al punto de anclaje que conlleva
la identidad y la apropiación del patrimonio
documental, o bien cualquier otra expresión
del mismo. Los archivos, sin duda, son fuen-
tes para la información, pero, de igual manera,
necesitamos entenderlos -y así mostrarlos al
otro- como sitios para disfrutar, para ser vivi-
dos, para aprender; debemos propiciar que las
personas también construyan sus vinculaciones
(sus propias historias) y no solamente las dadas
por los profesionales de la archivística.
II.
Existen varios antecedentes internacionales
y nacionales con relación al patrimonio y los
bienes culturales, aunado a los esfuerzos para
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su preservación.
2
Algunas menciones residen
en la Convención de La Haya (1954), la Carta
de Burra (1979) generada por el Consejo Inter-
nacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS),
o bien las acciones de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO), que en 1992 originó
el programa “Memoria para el Mundo”.
3
Cierto
es que dichos esfuerzos en su inicio fueron im-
pulsados por las afectaciones de las que fueron
objeto -y siguen siendo- espacios patrimoniales
(monumentos, bibliotecas, archivos, museos;
o bien, todo espacio que funja como centro de
memoria) resultado de enfrentamientos entre
naciones con el propósito de borrar la memoria
e identidad. En el caso de México también iden-
ticamos distintas medidas en el pasado para
proteger el patrimonio, de manera particular en
tiempos conictivos, basta con mencionar las
acciones implementadas ante la intervención de
Estados Unidos entre 1846-1848.
4
Imagen 1. En el documento el licenciado, Rafael Puga,
transcribe una instrucción del secretario de gobierno […]
“El Excelentísimo Señor Gobernador me manda diga a
usted que en el caso de invasión del Estado por los Norte
Americanos acomode y guarde el archivo en cajones
pequeños y fácilmente transportables, recomendándole
lo cubra de la manera que crea más ecaz para impedir
su extravío, poniendo dentro de cada cajón un tanto del
inventario general del propio archivo. Al mismo tiempo
previene S. E. [su excelencia] que de la parte se sepa
usted va a ser invadido el Estado […]”.
5
Imagen 2. “[…] Y de orden superior lo traslade a usted
para que haga lo mismo con los Ayuntamientos de su
Departamento a n de que tanto estos como esa Prefectura
le den el más exacto cumplimiento respecto de la guarda
y seguridad de los archivos. Dios y Libertad, Morelia.
Mayo 4 de 1847. Isidro García de Carrasquedo, Señor
Prefecto del Norte […]”.
6
Si bien en su momento los esfuerzos internacio-
nales tenían como objeto la salvaguarda tanto
de espacios como de contenidos patrimoniales,
cierto es que con el tiempo han venido funcio-
nando con prácticas y discursos hegemónicos al
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archivísticos,
8
programas en medios digitales,
exposiciones virtuales y presenciales, realizar
actividades pedagógicas y algún tipo de publi-
cación, acciones por demás evidentes.
9
En el documento se enmarca la necesidad
de protegerlo y registrarlo, esto queda asentado
en el “Título Quinto. Del Patrimonio Documen-
tal y de la Cultura Archivística” y en los artícu-
los del 84 al 88 se enfatiza que dicho patrimonio
es propiedad del Estado mexicano y, claro, de
interés público. Además de que es “inalienable,
imprescriptible, inembargable y no está sujeto
a ningún gravamen o afectación de dominio”,
10
particularmente, prevé que los documentos en
los archivos “con valor histórico y cultural son
bienes muebles y formarán parte del patrimonio
documental de la Nación”.
11
Claramente, es ne-
cesario que haya un mecanismo legal que regule
y atienda al patrimonio, no obstante, también
amerita reexionar si lo dicho en la LGA tiene
alcance vinculante entre el patrimonio con las
personas; en sus posibilidades hacia los “nuevos
patrimonios”. Habrá quienes consideren que
este factor no es un requerimiento, pero, sin
duda, marca un discurso institucional.
Ahora bien, hay un interés de nuestra
parte por fortalecer la trascendencia que tienen
los archivos como medios culturales. Parece que
por momentos se pierde vista,
12
pues de alguna
manera son manifestaciones culturales al ser re-
sultado de lo que las instituciones y las personas
hacen. La Ley General de Cultura y Derechos
Culturales, en su artículo 3° las dene como:
[…] los elementos materiales e inmateriales preté-
ritos y actuales, inherentes a la historia, arte, tradi-
ciones, prácticas y conocimientos que identican
a grupos, pueblos y comunidades que integran la
nación, elementos que las personas, de manera in-
dividual o colectiva, reconocen como propios por
el valor y signicado que les aporta en términos
de su identidad, formación, integridad y dignidad
cultural, y a las que tienen el pleno derecho de ac-
ceder, participar, practicar y disfrutar de manera
activa y creativa.
13
dictar las normas de reconocimiento y manejo,
quedando invisibilizados otros patrimonios que,
aparentemente, no tienen el alcance nacional o
mundial; así sucede, por ejemplo, con el patri-
monio de una persona o un grupo. Lo anterior
invariablemente demuestra que circunscribir lo
que será patrimonio y qué no, es un acto de poder.
Para nuestro propósito, el patrimonio docu-
mental lo integra un documento, un conjunto de
éstos, un archivo, ello sin importar el soporte,
pero que por su contenido (información) inere
un valor para la sociedad. En nuestro país, la
Ley General de Archivos (LGA), del 2018, en
su escrito menciona por primera vez el térmi-
no de patrimonio en el artículo 2°, fracción IX
para promover la divulgación hacia el patri-
monio documental de la nación; de hecho, se
reere a dicho quehacer sin diferenciar entre
difusión y divulgación, de tal manera que los
trata casi como si fueran sinónimos aun cuan-
do, evidentemente, no lo son. Sin embargo, en
este mismo artículo, pero en la fracción XLV
lo dene como:
A los documentos que, por su naturaleza, no son
sustituibles y dan cuenta de la evolución del Estado
y de las personas e instituciones que han contribuido
en su desarrollo; además de transmitir y heredar in-
formación signicativa de la vida intelectual, social,
política, económica, cultural y artística de una comu-
nidad, incluyendo aquellos que hayan pertenecido o
pertenezcan a los archivos de los órganos federales,
entidades federativas, municipios, alcaldías de la
Ciudad de México, casas curales o cualquier otra
organización, sea religiosa o civil.
7
En general dicha ley perla que se debe fo-
mentar el conocimiento sobre el patrimonio
documental y, desde luego, considerar su preser-
vación. De manera particular en el art. 40 señala
una serie de acciones en cuanto a la accesibili-
dad y el quehacer de los archivos históricos para
que se conozca lo que estos espacios albergan.
La propuesta sugiere contar con instrumentos
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Traer a colación esta ley tiene el propósito de
entrever que los archivos a través de los do-
cumentos son una expresión que reere al ser
y hacer de una sociedad en espacio–tiempo
forjan y preservan nuestra identidad, aunque,
como señalábamos al inicio de este trabajo, no
basta con que una normativa o legislación así
lo delimite. Merece que sea posible acceder a
estos espacios y conocerlos, para ello habría
que evitar la información mecanizada, diso-
ciada, focalizada y, en contraparte, cuestionar
¿cómo incentivar la participación hacia estos
recintos?, ¿las personas realmente observan
y recibe el mensaje de que los archivos y los
documentos son patrimonio?, ¿a la audiencia
qué le gustaría saber?
14
El archivista español, José Cruz Mundet,
reere que el patrimonio documental es “em-
pleado para designar el conjunto de documentos
y fondos documentales de carácter histórico
y valor permanente, de carácter público que
no excluye la inclusión genérica o explicita de
otros privados referidos a un ámbito territorial
y que está regulado por una ley sectorial del
patrimonio histórico y cultural”.
15
Esta apro-
ximación destaca por la mención al valor, es
decir, se acerca a la idea de que el patrimonio
se visibiliza en tanto importa y que dicho re-
conocimiento se sostenga; de igual forma, el
autor, identica la dicotomía entre lo histórico
y lo cultural, aunque enmarcado en un contexto
legal. Por su parte, la denición que brinda la
autora María del Carmen Mastropierro no dista
mucho de la enunciada por Mundet, pero en su
caso al denir patrimonio documental agrega
también patrimonio archivístico y patrimonio
histórico. La primera resultado de quienes cus-
todian el sistema archivístico nacional; mientras
que la segunda asociada, principalmente, a las
fuentes históricas.
16
Los anteriores puntos de vista dejan entre-
ver que en la delimitación del patrimonio hay un
reconocimiento por parte de un órgano garante,
o bien un discurso hegemónico y cientíco que
además decreta que lo convierte y lo justica;
se espera que ese acto tenga resonancia en las
personas, incluso en las propias instituciones
o profesionales del campo. Es inevitable decir
que esto no sucede así.
Si apuntamos a la necesidad de que la
archivística sitúe el patrimonio apoyándose
en la interpretación, es claro que debe existir
un intérprete. Respecto al perl el Consejo In-
ternacional de Archivos (ICA) señala que el
archivista se caracteriza por “crear fondos co-
herentes, gestionar de manera efectiva fondos
documentales, crear un programa de acceso
coherente, y la colaboración con otros”,
17
es
decir, que realice tareas por demás evidentes,
dejando en el término “acceso” alguna cone-
xión respecto a la interacción del otro con los
documentos y la información. Pero, no hay más
en dicho perl que proponga otra manera de
compartir los archivos. Lo anterior es un factor
crucial si tomamos en cuenta que aún hoy el
¿para qué de los archivos?” y ¿qué se hace
en un archivo?” sigue siendo desconocido en
gran medida por las personas.
En el caso especíco de México, Gloria
Carreño, historiadora y archivista, identica
tres factores que enmarcan el quehacer de éste:
“la capacitación para el trabajo del personal en-
cargado de los archivos, la profesionalización y
adopción de criterios cientícos de vanguardia
en la gestión y la administración de los Archivos
Nacionales”.
18
Destaca el hecho de las necesi-
dades de gestor y administrador, pero no queda
tangible que se tengan las trayectorias con la
divulgación. Cierto es que el problema no sólo
concierne a si el archivista hace o debe hacer
interpretación del patrimonio, o bien que se
trabaje de manera conjunta con el especialista
en interpretación. La dicultad también reside
en los pocos profesionales que hay en materia
archivística si tenemos presente que en nuestro
país son tres las instituciones educativas que,
en sentido estricto, ofertan esta carrera.
19
Lo
que se ha tomado como estrategia formativa es
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la creación de diplomados, talleres, cursos que
terminan siendo paliativos al problema. Hoy se
-
guimos teniendo responsables en las instituciones
que tienen la idea de que con servicio social y
prácticas profesionales se organiza el acervo, se
atiende lo dicho por las leyes y resuelve el pro-
blema. Sobra enlistar los resultados y vicisitudes
que esto propicia, así como lo distante que se
percibe hablar de archivística e interpretación.
Al respecto instituciones como el Archivo
General de la Nación (AGN) deberían atender
lo establecido por la propia LGA con relación
a la divulgación de las carreras en el campo
archivístico, visibilizar la importancia de esta
profesión, pero, desafortunadamente, sobre esto
no hay mayores acciones. En la ecuación, hay
dos factores más por considerar: 1) Las insti
-
tuciones educativas del país no se han sumado
a generar, realmente, una propuesta profesio-
nalizante en sus distintos niveles para formar
especialistas en el patrimonio documental a tra-
vés de la archivística; 2) El propio archivista,
es quien no todo el tiempo ha logrado situar
su propio quehacer y compartirlo de manera
asertiva a las personas.
III.
Cuando proponemos compartir el patrimonio
documental con el enfoque de la interpretación,
de manera inicial, sugerimos tener presente ¿qué
mensaje queremos o necesitamos proponerle a
las personas acerca de dicho patrimonio?, ¿qué
esperamos provocar en esa relación?, ¿con qué
saberes, prácticas o experiencias vinculamos
el patrimonio con el otro, de tal forma que sea
accesible recibir el mensaje?, ¿qué aprendizajes
propiciamos? y en caso de que sea dañado dicho
patrimonio ¿qué perdemos?
La idea de concientizar y formar con rela-
ción al patrimonio es una propuesta que ya lleva
tiempo, incluso en las directrices del programa
“Memoria para el Mundo” se mencionaban los
propósitos de sensibilizar y educar. No obstante,
sus propuestas radicaron prácticamente en un
listado -más de lo mismo- a través de acciones
como: organizar exposiciones; elaborar folletos,
revistas, publicaciones, videos… incluso este
último sugerían que los contenidos tuvieran una
“dimensión dramática”.
20
Este tipo de medios
son por demás recurrentes para centros arqueo-
lógicos, bibliotecas, museos o archivos, pero, ta-
les recomendaciones o exigencias para algunas
instituciones implican diversas situaciones que
dicultan tanto el éxito como la continuidad de
dichos acciones. Al respecto, basta con mencio-
nar, por un lado, las implicaciones para planear,
desarrollar, aplicar, dar seguimiento, evaluar al-
cances, incluso estudios acerca de la audiencia,
o bien de la trascendencia que el recurso tuvo
en las personas (en términos de experiencia,
aprendizaje y apropiación). Por otro lado, son
opciones poco factibles para muchos de estos
espacios ante deciente infraestructura, falta de
recursos y de personal. Desde luego, y más allá
de lo señalado, la interpretación inicia desde el
momento en que le damos la bienvenida a la
audiencia y le presentamos, por ejemplo, un
documento; vamos, hasta en la elaboración de
la cédula de un documento que está expuesto.
21
La interpretación es un ejercicio cognitivo
que reere a la forma en que procesamos la
información y la guardamos, dicho proceso está
vinculado a cómo vamos aprendiendo. Para
Sam Ham, la interpretación “intenta estimular
el pensamiento a una audiencia que tiene total
libertad para ignorar lo que se le comunica”,
22
tal noción no parte de la enseñanza formal, en
cambio “se esfuerza por dejar en su audiencia un
aprecio o una valoración positiva hacia algo”.
23
Ham entrevé que durante dicho encuentro la
comunicación con el otro puede ser tanto re-
exiva como disfrutable;
24
si bien los espacios
que nos acercan al patrimonio se caracterizan
por ser formativos tampoco ameritan hacerlo
desde una instrucción como si se tratara de cla-
ses. En su premisa establece cuatro cualidades
por la interpretación: Temática, Organizada,
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Relevante y Amena (TORA). La idea es, su-
giere Ham, identicar un tema fuerte, pero que
sea llevadero, de tal suerte que la audiencia lo
entienda y le importe.
El objetivo es utilizar otras herramientas
para conectar tanto los archivos como los docu-
mentos con experiencias y/o inquietudes cono-
cidas; considerar la posibilidad de que hablemos
o presentemos, por ejemplo, un documento más
allá de las normas y principios de la descrip-
ción archivística, y enseñamos a los demás ese
patrimonio acompañado de la información, sí,
pero también de las historias, de narrativas que
a esa audiencia le resulten valiosas, relevantes.
Tomando la propuesta de Antonieta Ji-
ménez, arqueóloga e intérprete mexicana, la
idea sería plantear ¿cómo enriquecemos la
experiencia?”,
25
con qué la estamos dotando,
con qué otras experiencias la vinculamos. Re-
exionar, por ejemplo, sobre quiénes están ca-
minando por los pasillos o visitando un repo-
sitorio digital, leyendo, consultando, viviendo,
escuchando, observando estas narrativas. Como
archivistas constantemente hablamos de nues-
tras vivencias con los documentos, esos hallaz-
gos valiosos y especiales; podemos narrar las
innumerables ocasiones en que un documento
nos lleva horas y horas, hasta días porque nos
atrapó lo que estamos leyendo. No obstante,
esta vivencia difícilmente la replicamos con la
misma curiosidad en los demás.
Los desafíos que derivamos de Jiménez,
quien retoma a Sam Ham, es que tratemos de
pensar e imaginar ¿qué experiencia desean tener
las personas con un archivo?, ¿qué se llevan?
Estas interrogantes toman mayor notoriedad si
recordamos que frecuentemente las personas
no saben qué se hace en un archivo -incluso los
procesos que los envuelven- tampoco el hecho
de que se necesita un profesional para el trabajo.
Es claro que el patrimonio documental va de
la mano con la divulgación interpretativa; para
ello se necesita conocer lo que da origen y lo
que custodia el archivo, identicar qué recursos
son los pertinentes para conectar con los demás,
y si nos damos la oportunidad por estudiarlos,
quizás, sepamos un poco más de sus intereses.
Hablamos de esa “curiosidad”, propuesta por
Jiménez, que tienen las personas, de tal ma-
nera, que debe atender dos funciones “que la
gente entienda lo que se le presenta, y que le
importa”. Se trata de momentos de encuentro,
que esperamos se repitan y que contagien a
otros -esa propiedad rizomática que identico
en los archivos, líneas en fuga que llevan a co
-
nexiones impensadas.
26
Al mostrar un archivo
decimos “algo” y, en igual medida, revelamos
lo correspondiente a un tiempo-espacio; esta es
la importancia de contextualizar no sólo desde la
archivística, también desde un plan de interpre-
tación. Esto último es lo que refuerza el vínculo
de los archivos como manifestaciones culturales.
Puntos de llegada
En denitiva, estudiar y compartir el patrimonio
documental es un ejercicio de retorno hacia un
conjunto tanto de valores como propiedades que
nos signican algo y, efectivamente, lo identi-
camos y lo vamos construyendo. Aquí algunos
puntos para continuar el diálogo:
1. La propuesta es pensar en una archivística que vi-
sualice el patrimonio documental como expresiones
vivas y objeto para la interpretación, esto sería
“salir de la caja”. Lo anterior involucra comunicar
aquello que es importante, trabajar en el mensaje
que queremos dar e identicar los mejores medios
para hacerlo con la audiencia. Habría que iniciar
por conformar, tal y como perla Manuel Gándara,
una “comunidad relevante” sobre del patrimonio
documental, ese grupo de personas que aprecie dicho
patrimonio, pues el delimitarlo no, necesariamen-
te, lo salva de luchas, indiferencias, destrucción, o
manejos inadecuados, incluso de luchas de poder.
2. Consideramos prioritario que los y las archivistas
además de trabajar con disciplinas ya características
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como la historia, la administración y las tecnologías,
integren a su formación interdisciplinar premisas de
la comunicación, la antropología y la divulgación
interpretativa; esto resulta estratégico para que los
profesionales sean un parteaguas para visibilizar
el quehacer archivístico -más allá de catalogarlo y
preservarlo- y, desde luego, desarrollen herramientas
para atender problemáticas que le anteceden, así
como a largo plazo. En este sentido, resulta perti-
nente recordar que si ya Anna Szlejcher identicaba
la importancia de entender al archivista como un
gestor cultural dado que trabaja con la memoria y
el patrimonio;
27
es un buen momento para situarlo
también como intérprete.
3. Tengamos presente la idea de que una archivística
interpretativa es trabajar el sentido de apropiación
desde que emerge el documento; provocar en las
personas que están en esos espacios (organizaciones,
instituciones…) ¿por qué es importante?, ¿cómo
determinado documento tiene la posibilidad de ser
parte de la memoria?, ¿cómo podemos proponerles
experiencias signicativas a las personas que son
el primer frente?; por tanto, no es un asunto úni-
camente de los archivos históricos; la divulgación
debe ser quehacer de todas las instancias o las de-
nominadas fases trámite, concentración e histórico.
Al respecto, subrayar que vemos en la metodología
TORA propuesta por Sam Ham una ruta desde la
cual pensar cómo divulgar y, desde luego, va más
allá de enlistar actividades.
4. Establecemos que las instituciones educativas y
gubernamentales deben ya asumir la responsabilidad
de generar programas académicos a nivel de licen-
ciatura y posgrado, sobre todo, que dichos planes
sean acordes y congruentes con una archivística
renovada, capaz de atender las necesidades vertigi-
nosas del patrimonio en sus diferentes expresiones
y materialidades.
5. No resulta novedoso, penosamente, mencionar el
panorama que atraviesan los espacios archivísticos
del país, pues en muchos de los casos siguen sin
importar; entonces, ¿qué pasa con aquel patrimo
-
nio que ya se está tomando forma, pero aún no ha
sido reconocido o circunscrito?, seguramente no
podremos conocerlo mucho menos interpretar. Es
de interés anteponerse a los retos que nos implica
desde una archivística interpretativa cómo proponer
experiencias con aquellos patrimonios documentales
que, al estar en otros entornos, el caso de los digita-
les,
28
por ejemplo, nos retan para proponerlos con el
enfoque interpretativo, sobre todo, para mantener
el interés; para que el encuentro sea ameno, con
aprendizajes y se entendido como propio.
Otros desafíos más por considerar y discutir son:
1) Llevar a cabo planes interpretativos en los
distintos archivos, más allá de los históricos; 2)
Considerar en estos ejercicios cómo integramos
la interpretación a distintas materialidades; 3)
No dejar fuera las emociones, las reminiscen-
cias, la premisa rizomática, a la que aludíamos
líneas atrás, cuando situemos a los patrimonios.
He de recordar que el archivista realiza una tarea
cercana a la de un guía que propone las rutas. Lo
anterior puede ser una vía para la apropiación
y para que nos acerque a responder ¿y yo que
tengo que ver con esto?
Citas
1
Para nes de este documento no estaremos, propiamente,
haciendo diferenciaciones en los “tipos de usuarios”,
tampoco emplearemos la categoría de “usuario”; siguien-
do el campo de la interpretación “el otro” comprende a
toda audiencia como los visitantes (presencial o virtual)
que, al momento de ingresar al espacio, o bien desde que
exploraron de manera virtual sobre el archivo, inicia su
experiencia. Véase: Ham, Interpretación, p. 2.
2
Véase: Szlejcher, Protección del patrimonio documental,
pp. 21-57.
3
Cuyos objetivos residen en: “Facilitar la preservación
del patrimonio documental mundial, en particular, en
las zonas afectadas por conictos o desastres naturales.
Permitir el acceso universal al patrimonio documental
a nivel mundial. Concienciar a la opinión pública sobre
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la importancia del patrimonio documental mediante el
público general”. UNESCO, “Memoria para el mundo”,
https://www.unesco.org/es/memory-world [consultado
11 de enero del 2023].
4
Agradezco las facilidades otorgadas por las autoridades
del AHMM para la reproducción de los documentos, así
como a las archivistas Melba Maya Guzmán y Magali
Zavala García.
5
“Se mande construir cajones para proteger el archi-
vo”, Morelia, 4 de mayo de 1847, Archivo Histórico
del Municipio de Morelia (en adelante AHMM), Fondo
Independiente II, caja. 61, exp. 89, foja 1 (frente).
6
“Se mande construir cajones para proteger el archivo”,
Morelia, 4 de mayo de 1847, AHMM, Fondo Indepen-
diente II, caja. 61, exp. 89, foja 2 (frente).
7
Cámara de Diputados, “Ley General de Archivos”, p. 6,
https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGA.
pdf [consultado el 26 de noviembre del 2022].
8
Esto, básicamente, reere a inventarios, índices, catálogos.
9
Cámara de Diputados, “Ley General de Archivos”, p. 16,
https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGA.pdf
[consultado el 26 de noviembre del 2022].
10
Cámara de Diputados, “Ley General de Archivos”, p. 28,
https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGA.pdf
[consultado el 26 de noviembre del 2022].
11
Cámara de Diputados, “Ley General de Archivos”, p.
16, https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGA.
pdf [consultado el 26 de noviembre del 2022].
12
De hecho, en la propia la LGA se advierte de las leyes
supletorias todas vinculadas a procesos administrativos,
pero no hay algo como tal asocie a los marcos en materia
de cultura.
13
Cámara de Diputados, “Ley General de Cultura y De-
rechos Culturales”, p. 2. https://www.diputados.gob.mx/
LeyesBiblio/pdf/LGCDC_040521.pdf [consultado el 8
de febrero del 2023].
14
Véase: Gándara Vázquez, “El modelo de la comuni-
cación por objetivos”, pp. 427-441.
15
Cruz Mundet, Diccionario de archivística, pp. 277-278.
16
Mastropierro, Diccionario de archivística en español,
p. 130.
17
Consejo Internacional de Archivos, “Los objetivos del
archivista”, https://www.ica.org/es/que-hace-un-archivista
[consultado el 25 de febrero del 2023].
18
Alvarado Carreño, “La profesionalización y capacita-
ción archivística”, p. 73.
19
Véase: Bernal Astorga y Gutiérrez López, “La forma-
ción profesional de archivistas en México”, pp. 252-554.
20
“Memoria para el mundo”, https://www.unesco.org/es/
memory-world p. 41, [consultado 11 de enero del 2023].
21
No perdamos de vista que estamos proponiendo que la
interpretación sea considerada desde el momento que el
documento es creado y que quien lo ha elaborado pueda
conectar, vislumbrar que éste tiene la posibilidad de ser
parte de la memoria, ¿qué cambiaría en eso?
22
Ham, Interpretación para lograr una diferencia a pro-
pósito, p. 1.
23
Ham, Interpretación para lograr una diferencia a pro-
pósito, p. 2.
24
Es claro que algunos espacios vinculados a procesos
bélicos, trágicos, violentos o de muerte… no, necesaria-
mente, van a tener la premisa de lo disfrutable.
25
Jiménez Izarraraz, “Interpretación del patrimonio cul-
tural”, p. 28.
26
Partimos del análisis teórico de Gilles Deleuze y Félix
Guattari (2004) de rizoma; es decir, “el pensamiento ri-
zomático propone vinculaciones, construye puentes que
parecieran ser imposibles, y los archivos tratan justamente
de eso: dispositivos que ayudan a propiciar continuidades.
Cuando se interviene un archivo se tiene la pauta para
proponer cómo construirlo y vivirlo, cómo queremos
que los otros lo experimenten. Sin duda, la memoria que
resguardan estos dispositivos permite que todos sigamos
conectados, aprendiendo de lo que está ahí dando paso al
conocimiento”. Bernal, “Arquetipos en torno los archivos
personales: necesidad por visibilizarlos”, p. 48.
27
Szlejcher, Protección del patrimonio documental, p. 153.
28
Al respecto, es pertinente recuperar algunas de las re-
exiones de Lluís-Esteve Casellas, con relación a los
archivos y la tecnología, pero, de manera particular una
de sus provocaciones reside en ¿será posible establecer
actividades propias de los archivos?, es decir, acciones
desde las cuales el archivo pueda diferenciarse de cual-
quier otro centro de memoria. Casellas, “Archivos, iden-
tidades y servicios”, pp. 111-144.
148
Yaminel Bernal Astorga
Dicere • ISSN 2954-369X • DOI: https://doi.org/10.35830/dc.vi4.58
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